La sustancia interior by Lorenzo Silva

La sustancia interior by Lorenzo Silva

autor:Lorenzo Silva [Silva, Lorenzo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1996-03-31T16:00:00+00:00


Capítulo 9

NÚBILA Y LA MUERTE

Ennius se mesó la barba con la misma energía excesiva con que lo había hecho la primera vez que había recibido a Bálder y llevó su mirada a un punto arbitrario del techo. El extranjero esperó con la mansedumbre que le incumbía a que el canónigo concluyese su meditación. Suponía que Ennius se mostraría severo, y sólo deseaba que no incurriera al reprenderle en la vehemencia con que se manoseaba la pelambre grasienta que le cubría el rostro. Tampoco deseaba asistir a una exhibición de la sutileza de su interlocutor, pero ya que estaba allí y no tenía manera de eludirlo, debía simpatizar con cualquier posibilidad que le permitiera ahorrar sus fuerzas para gastarlas en alguna otra parte.

Cuando al fin Ennius se decidió a romper el silencio, lo hizo en un tono de artificiosa serenidad:

—Por más que trato de averiguarla, no acierto a comprender cuál es la maldita intención que le trajo aquí, maestro.

—Temo que era una cuestión confusa en su momento y que ahora me costaría aún más aclararla —observó Bálder, sirviéndose sin recato de la pausa que hizo el canónigo. Aunque éste no había formulado propiamente una pregunta que demandase una respuesta. Ennius le miró con resentimiento.

—Le estaría muy reconocido si se abstuviera de interrumpirme. No sé si se ha percatado, pero estoy haciendo mis mejores esfuerzos para que esta entrevista no se convierta en un espectáculo indigno del sacramento que me fue impartido y me autoriza a vestir estos hábitos.

—Sólo me excusaba por no poder ayudarle.

Ennius cerró durante un segundo los ojos y continuó:

—Desde el principio creo haberle facilitado su existencia entre nosotros. Cuanto me pidió lo obtuvo, dentro de las restricciones a que me somete la limitación de mis competencias. Si manifestó creencias fronterizas con la heterodoxia, por no emplear un término más rotundo y que sospecho que pudiera ser también más exacto, tuve la indulgencia de pasarlas por alto en atención a sus méritos como artista. Solicitó tiempo para habituarse a la obra y asumir plenamente sus exigencias. Lo ha tenido todo. Hasta hoy mismo. O hasta ayer. A cambio, el Arzobispado sólo ha sacado un trozo de sillería de fina factura e impía inspiración.

—Esa es una acusación insidiosa —replicó Bálder.

—No le he invitado a que hable.

—Me considero en el deber de defender mi trabajo, me inviten o no.

Ennius trazó una mueca de repugnancia.

—Definitivamente, ha caído en la más vil soberbia. Lo de ayer no fue una equivocación. Nunca podré perdonarme no haber sido capaz de preverlo. Peor aún: haberlo previsto y no haber querido creerlo. O todavía más insensato: haber querido creer que no era lo que es.

—Permítame dudar que haya sido esa generosidad la causa de su desliz. Tal vez andaba demasiado ocupado con otras cosas. Es una buena disculpa. Aléguela ante su confesor y perdónese usted mismo tranquilamente.

Ennius estaba desencajado.

—Le ruego que no me haga perder la calma. Estoy tratando de enjuiciar un deplorable incidente con ecuanimidad.

—Está bien, me guardaré mis pensamientos. Al menos hasta haber escuchado la sentencia.



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