La sombra del halcón by Michael Nicholson

La sombra del halcón by Michael Nicholson

autor:Michael Nicholson [Nicholson, Michael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1977-12-31T16:00:00+00:00


SÁBADO 18 DE DICIEMBRE

El convoy se dividió en la curva justo antes del túnel. Una mitad formada por treinta y dos coches de Jóvenes Hurones, diecisiete Sarracenos y doce Saladinos, pesadamente armados con «Brownings» y pistolas de 76 mm, giró a la derecha, cambiando de marcha mientras subían la empinada pendiente que les llevaría al borde de la autopista 28. La otra mitad, compuesta exactamente por el mismo número de vehículos, torció a la izquierda y empezó a desplegarse en dirección a los edificios de las aduanas y de la policía que estaban situados paralelamente a la A4, la antigua gran carrera del oeste.

A través de la oscuridad, y de la nieve que caía lentamente, un «Aldis» verde no podía ser visto, en un lado del campo de aviación, cerca de los hangares de la British Airways. Dos destellos largos, tres cortos, se repitieron con intervalos de cinco segundos. El joven capitán de los Hurones se comunicó por radio con su oficial, que estaba sentado en una roulotte de comunicaciones en el aparcamiento de la finca de Lady Bedford, a dos millas de distancia.

—Bravo Alfa, Foxtrot Uno y Dos informando. Todo en orden vector verde tres-uno a las 12 horas.

Bravo Alfa se sentó ante una estufa eléctrica y bebió chocolate de un termo. Apretó dos veces el botón, en respuesta a la comunicación. Cuatrocientos ochenta y ocho vehículos rodeaban ahora el aeropuerto de Londres, Heathrow, el aeropuerto internacional de más tráfico del mundo. Otras veinticinco comunicaciones, y los vehículos de mando estuvieron estacionados alrededor del aeropuerto, en sitios estratégicos.

Las patrullas de policía pararon el tráfico en las calles cercanas al aeropuerto, informando y tranquilizando a los inseguros y a los prudentes que habían parado y observado las sombras color kaki moviéndose en la noche.

En varias comisarías locales, algunos oficiales de policía estaban sentados junto con oficiales del ejército. Unos hombres movían bloques magnéticos de colores en unos mapas de pared.

La operación Zambullida era el ejercicio número veintiuno de ese tipo en dos años y medio, y el número doce en muchos meses. Pero ninguno había sido tan amplio como éste. Miles de hombres participaban en él esa noche, y una gran cantidad de pacientes explicaciones y sutiles manejos de relaciones públicas serían probablemente imprescindibles al día siguiente. Los vuelos sufrirían retrasos o serían cancelados, la gente perdería su dinero o los nervios. El tráfico en las carreteras de acceso a la M4 sería cortado, mientras los policías se ocuparan en registrar cada maletero en busca de un «Sam 47» o algo parecido.

Muchos de los oficiales que estaban de servicio esa noche tenían sus dudas de que las explicaciones que se les solían propinar a la prensa funcionaran también esta vez. Después de todo, ¿cuántas veces hay que alertar a un aeropuerto, por la amenaza de un ataque terrorista? ¿Y qué número de terroristas, árabes, irlandeses o anarquistas, exigiría la llegada de cuatrocientos ochenta y ocho coches blindados?

En la opinión de más de un policía o soldado, que patrullaba entre el



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