La sombra de los dioses by Simon Levack

La sombra de los dioses by Simon Levack

autor:Simon Levack [Levack, Simon]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2005-02-28T16:00:00+00:00


* * *

No tardé mucho en encontrarme en un lugar conocido: en el lado del canal que separaba Amantlan, el distrito de los plumajeros, del de los comerciantes en Pochtlan. A medida que me acercaba al puente donde había visto a alguien vestido como un dios y la letrina donde había encontrado el cuerpo de Vago, aminoré el paso; andaba erguido y con la mirada al frente, aunque lo que deseaba en realidad era escabullirme rápidamente con la esperanza de que nadie me viera. A pesar del disfraz, me sentía terriblemente vulnerable. Los caminos paralelos al canal estaban muy concurridos, pero nadie pareció prestarme atención y tampoco había guerreros a la vista.

Apenas alcanzaba a ver el templo del distrito, cuya pirámide asomaba por encima de los techos de las casas más cercanas. Observé que había un estrecho sendero que iba en aquella dirección, y me dirigí hacia allí, después de una rápida mirada de precaución por encima del hombro. Entonces vi a mi hijo.

Solo alcancé a atisbarlo durante un momento entre la multitud en la orilla opuesta del canal. De no haber sido porque llevaba buscándolo tres días quizá no lo hubiese reconocido, porque la muchedumbre lo engulló inmediatamente. Su tez era más clara de lo que había esperado, pero no tenía ninguna duda.

—¡Espa…! —Estuve a punto de echar a correr hacia el puente, pero me detuve a tiempo, y ahogué el grito antes de que alguien pudiera preguntarse cuál era el motivo para que un sacerdote perdiera la compostura. Caminé lo más rápido que me atreví. La multitud me abrió paso, como muestra de respeto a lo que creían que yo era, pero el puente estaba abarrotado, y cuando llegue a Pochtlan, Espabilado había desaparecido.

Desperdicié media mañana buscándolo por las calles y los canales del distrito de los comerciantes. Al final acabé en el punto de partida, junto al canal, apoyado en una pared para recuperar el aliento y con los ojos cerrados con fuerza para contener las lágrimas de decepción.

Cuando los abrí de nuevo, lo primero que vi, al otro lado del canal, fue la cumbre de la pirámide de Amantlan.

No quería marcharme de Pochtlan, ahora que sabía que Espabilado rondaba por allí, pero decidí que lo mejor era continuar con el plan original.



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