La reliquia de Rasputín by Valtos William M

La reliquia de Rasputín by Valtos William M

autor:Valtos, William M. [Valtos, William M.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga-Thriller, Narrativa
publicado: 2004-03-01T23:00:00+00:00


47

—Yo... yo debo habérselo oído a uno de los polis. —O’Malley bebió otro sorbo rápidamente—. En cuanto a que no la acepten, solo se trata de la forma de ser de la gente de allí. No les gustan los forasteros, ni los de su propia clase—. Tomó otro trago, esta vez uno más largo. Ya tenía el vaso medio vacío.

—Esperaba algo muy diferente —dijo ella. El alcohol le estaba aflojando la lengua—. Cuando vi por primera vez aquella ciudad desde la autopista, me pareció un sueño hecho realidad. Pensé que Paul y yo íbamos a vivir en una pequeña y encantadora comunidad, en una bonita casa, con una valla de estacas blancas y flores en la parte de atrás. No puedo tener niños, pero creí que podríamos hacer amigos y llevar una vida normal. —Su voz se quebró y elevó el vaso hacia los labios de nuevo. El segundo sorbo no le pareció tan áspero como el primero—. Me tendría que haber dado cuenta antes. Nada me sale bien.

—Es un lugar decepcionante —dijo O’Malley. Se deslizó casi imperceptiblemente, acercándose a ella—. Sentarse en el valle, entre las montañas, parece una postal cuando lo ves por primera vez. Pero realmente es una zona desastrosa. La Agencia de Protección Ambiental debería comprar la ciudad y hacer que todo el mundo se trasladara, como hicieron en Times Beach, Missouri, o esa zona situada alrededor del Love Canal, en la parte norte del estado de Nueva York. —Tomó otro trago de whisky—. Probablemente haya oído hablar del gas metano que sale de las minas de carbón abandonadas. No produce ningún olor, no emite advertencia de ningún tipo hasta que una chispa o una llama provoca una explosión. Probablemente en el funeral de tu marido no viste ninguna vela, al menos ninguna vela real, ¿verdad?

—No —dijo ella, tratando de recordar—. Creo que no.

—Eso es porque no quieren correr ningún riesgo con el metano. En lugar de eso, utilizan esas velas eléctricas artificiales. Es un lugar asqueroso para vivir, donde hay miedo a encender una vela en la iglesia porque el edificio podría explotar.

—En eso tienes razón —coincidió ella.

Estaba comenzando a sentirse relajada en su compañía. De alguna manera, ya fuera por el whisky o por la soledad de cada uno, estaban entrando desapercibidamente en una conversación casi normal. Él ya no parecía el cazador y ella la presa cautelosa. Era una sensación agradable.

Él continuó con sus críticas.

—Ellos tienen el metano, los derrumbes de las minas y los socavones. Algunas de esas antiguas vetas de carbón incluso llegan a incendiarse bajo tierra; dicen que la temperatura allí abajo es de más de dos mil grados. Lo más parecido al infierno que haya visto. A veces la tierra que hay sobre los incendios se agrieta hasta abrirse y puedes sentir el calor y el olor a azufre. ¿Pero crees que esos locos rusos están dispuestos a trasladarse? No, son demasiado cabezotas. Para mí que han nacido para sufrir.

Y entonces, al parecer recordando la ascendencia de ella, se disculpó rápidamente.



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