La reina del Nilo by Margaret George

La reina del Nilo by Margaret George

autor:Margaret George [George, Margaret]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1997-01-01T00:00:00+00:00


18

* * *

El sol se estaba poniendo. Yo esperaba junto al estanque sagrado de un templo del Alto Egipto, un estanque que aquella noche sería devorado por el Nilo en un involuntario sacrificio al enfurecido dios. Tal vez eso lo aplacara.

Tenía las piernas dobladas debajo del cuerpo y permanecía inclinada hacia delante sobre el banco de piedra que miraba al estanque. En su base, el agua llegaba hasta los tobillos, lo cual significaba que no era probable que ningún funcionario, sacerdote, criado o consejero estuviera allí, mirando por encima de mi hombro. Me encontraba… dichosa y maravillosamente sola. Era como si me estuvieran frotando el cuerpo y aplicándome un delicioso masaje en la piel con un bálsamo purísimo. Sola. Sola. Sola.

Me había pasado varias semanas rodeada constantemente de gente. Mis visitas arriba y abajo del río me habían obligado a tener que alojarme en casa de alguien, ser siempre oficialmente recibida con algún Upo de ceremonia, tener que pronunciar siempre algún discurso, leer informes o entregar presentes sin manifestar jamás la menor señal de debilidad, aburrimiento o cansancio. Pero el hecho de tener que mostrarme constantemente amable era una dura prueba para mí. ¡A lo mejor es que no soy una persona de natural amable!

No, yo creo que es más bien una necesidad de cierta intimidad cotidiana —de poder disfrutar de algunos minutos de soledad—, de la misma manera que necesito comer o dormir. Al parecer, las necesidades de intimidad de cada persona son tan variables como las necesidades de comida o de sueño. He observado que algunas personas no tienen ni un solo instante para sí mismas y que no por ello están de mal humor. Envidio a estas personas, pero yo no soy una de ellas.

Aquella noche nadaría en un estanque sagrado. Era algo que siempre había deseado hacer pero que nunca lo había creído posible, pues el hecho de hacerlo hubiera constituido una profanación de las aguas. Sin embargo, aquella noche el Nilo lo iba a mancillar y, antes de que el estanque pudiera volver a usarse con fines religiosos, se tendría que volver a consagrar.

La superficie plana y rectangular del estanque reflejaba los apagados colores del cielo. Descansaba apaciblemente bajo las sombras del crepúsculo sin sospechar que estaba a punto de ser profanado. Sus aguas solo las podían llevar los sacerdotes en cubos de plata, y con ellas se purificaban los sacerdotes y el templo, y solo se permitía que una pequeña barca de oro las surcara en el transcurso de las representaciones sagradas. Ahora yo penetraría en él y me sumergiría en sus aguas prohibidas.

Me había pasado todo el viaje no solo anhelando mi intimidad sino ansiando darme un baño. En el palacio teníamos estanques destinados exclusivamente a nadar, pero fuera de Alejandría ya no había nada de todo eso. En cada distrito solía ser huésped del principal funcionario del lugar, y las viviendas eran siempre unas hermosas construcciones de barro pintadas con cal, con un jardín cerrado y un estanque de peces rodeado de palmeras y de acacias.



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