La puerta estrecha by André Gide

La puerta estrecha by André Gide

autor:André Gide [Gide, André]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1958-12-31T16:00:00+00:00


Sin duda os será fácil imaginar con qué transportes de alegría leí esta carta, y con qué estremecimientos de amor. Siguieron otras. Cierto que Alissa me agradecía que no fuese a Fongueusemare, cierto que me había suplicado que no intentara verla aquel año, pero lamentaba mi ausencia, me deseaba allí. En todas las páginas resonaba la misma llamada. ¿De dónde saqué yo fuerzas para resistirme a ella? Sin duda de los consejos de Abel, del miedo a destruir de un golpe mi alegría y de una resistencia natural a los impulsos de mi corazón.

Copio, de las cartas que siguieron, todo lo que pueda ilustrar este relato:

Querido Jérôme:

Me derrito de alegría cuando te leo. Iba a contestar tu carta de Orvieto, cuando han llegado a la vez la de Perusa y la de Asís. Mi pensamiento se hace viajero. Solo mi cuerpo finge estar aquí; en realidad estoy recorriendo contigo los blancos caminos de Umbría, contigo salgo por las mañanas, contemplo con ojos nuevos la aurora… ¿Me llamaste de veras desde la terraza de Cortona? Yo te oí… ¡Pasamos una sed terrible en la montaña que da sobre Asís! ¡Pero qué bueno me pareció el vaso de agua del franciscano! ¡Oh, amigo mío, lo veo todo a través de ti! ¡Cuánto me gusta lo que me escribes a propósito de san Francisco! Sí, ¿verdad?, hay que buscar una exaltación y no una emancipación del pensamiento. Esta va siempre ligada a un orgullo abominable. Poner la ambición no en rebelarse, sino en servir…

Las noticias de Nimes son tan buenas que pienso que Dios me permite abandonarme a la alegría. La única sombra de este verano es el estado de mi pobre padre. A pesar de mis cuidados, está triste, o, mejor dicho, vuelve a reencontrar su tristeza en cuanto lo dejo entregado a sí mismo y cada vez es menos fácil sacarle de este estado. Toda la alegría de la naturaleza habla a nuestro alrededor una lengua que para él se ha vuelto extraña, y ni siquiera se esfuerza ya por comprenderla.

Miss Ashburton está bien. A los dos les leo tus cartas. Cada una nos da tema para hablar tres días, y entonces llega otra nueva…

… Robert nos dejó anteayer. Va a pasar el final de las vacaciones en casa de su amigo R…, cuyo padre dirige una granja modelo. Ciertamente la vida que llevamos aquí no le resulta divertida. Cuando habló de marcharse, tuve que animarle a llevar a cabo este proyecto.

¡Tengo tanto que decirte! ¡Estoy sedienta de una conversación inagotable! A veces ya no encuentro palabras, ideas precisas —esta noche estoy escribiendo como en sueños—, y conservo únicamente la sensación casi obsesiva de una infinita riqueza para dar y para recibir.

¿Cómo hemos podido mantenernos callados tan largos meses? Sin duda hibernábamos. ¡Oh, que haya acabado para siempre ese terrible invierno de silencio! Desde que he vuelto a encontrarte, la vida, el pensamiento, nuestra alma, todo me parece hermoso, adorable, inagotablemente fértil…

12 de septiembre



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