La playa de los narcisos by Mado Martínez

La playa de los narcisos by Mado Martínez

autor:Mado Martínez [Martínez, Mado]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2024-02-08T00:00:00+00:00


* * *

Roberto la esperaba en la puerta. La inspectora Muñoz entró sin saludar, seguida por el agente. Adela se puso blanca al verlos entrar, como si anticipara el motivo por el que estaban allí. El jaleo del bar subió de volumen.

—Aquí no, por favor —les suplicó. Salió del restaurante y los condujo hacia la parte trasera, junto a un par de contenedores malolientes.

* * *

Un par de extranjeros con toda la pinta de ser holandeses empujaba sus bicicletas. El sol bañaba el cielo con ráfagas de nubes de tonos irreales, púrpuras y rosados. El mar estaba en calma, plateado.

—Mintió —dijo Estela sin más preámbulo—. ¿Y esta nota? —Le mostró una foto de la amenaza que había hecho con el teléfono móvil. En ella se podía leer: «Atente a las consecuencias». Era la misma caligrafía con la que le había escrito tantos otros apuntes de amor, solo que aquel rezumaba odio.

Estela no comprendía aquella manía de la gente por dejar constancia escrita de sus devaneos, aunque lo cierto es que en los tiempos que corrían era más seguro expresarse sobre el papel que sobre la pantalla. «Quien esté libre de pecado que enseñe su historial de chats» solía ser su lema.

—No es lo que ustedes piensan. Por favor… Mi marido no sabe nada. —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Si se entera, si mis hijos se enteran, yo me muero… —Le temblaba la mandíbula.

—¿Por qué la amenazó? ¿Qué tenía en contra de Marina? —preguntó Roberto.

—Se volvió loca cuando lo dejamos y empezó a hacer muchas estupideces. Esa chica era una bomba de relojería. No estaba bien de la cabeza.

«Típico de un loco, acusar a los demás de estar loco», pensó Estela para sus adentros.

—No quería líos, por eso dije que no la conocía, ¡porque para mí dejó de existir hace muchísimo tiempo! Fue un episodio muy doloroso de mi vida.

—Va a tener que venir a comisaria a declarar —interrumpió Roberto.

—¡Por favor, no le digan nada a Pepe! ¡Que no se entere mi marido! —suplicó.

—Yo que usted iría pensando en hablar con él porque va a tener que darnos muchas explicaciones —sugirió Estela. «Que se joda», pensó.

—¿Fue usted también la que escribió el anónimo? —preguntó Roberto.

—¿Qué anónimo? No sé de qué me hablan, ¡lo juro!

—Preséntese mañana a primera hora en comisaría —sentenció la inspectora, como si estuviera firmando una condena a muerte, antes de darse la vuelta.

Roberto la siguió.

De camino a los coches, intercambiaron unas palabras.

—Yo creo que esta mujer no tiene nada que ver con la muerte de la chica. Es una pobre desgraciada —dijo Roberto.

—Esta es la típica tía que se va enrollando por ahí con hombres casados para asegurarse de que el polvo no sale de esas cuatro paredes, pero cuando dan con un coñito irresistible no paran hasta comérselo. Y claro, se acaban atragantando, porque los coñitos de veinteañera no están casados, les gusta hablar y no hay dios que los controle si les da por ponerse tontos. Así que si alguna vez le quieres poner los



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.