La piel del pecado by Francis Molehorn

La piel del pecado by Francis Molehorn

autor:Francis Molehorn
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico, Intriga, Novela
publicado: 2013-04-21T22:00:00+00:00


13. LA PIEL DEL PECADO (6)

(Un colofón accidental)

Todo habría transcurrido sin más consecuencias si Ángela solamente hubiera rozado tenuemente con sus labios el torso de Darren y no por demasiado tiempo. Pero también utilizó su lengua experta para recorrer su pecho, detenerse en sus pezones erectos y humedecer suavemente su vello con la punta. El otro error lo cometió Darren al fijar sus ojos en la cara de Ángela y observar su expresión calma, casi indiferente, mientras lo recorría. La belleza de sus facciones y todo el resto no podían sino desembocar en lo que temía: una eyaculación espontánea sin siquiera la necesidad de la menor fricción. Era la primera vez que le pasaba, pero habían ocurrido demasiadas cosas en las últimas horas para detenerse a analizar primeras veces.

Ángela sonrió, agarrándole su miembro y frotándolo firmemente hasta que se hubo liberado de la última gota de esperma. Esta vez, teniendo la libertad de soltarlo abiertamente, el aullido de Darren retumbó en la habitación casi consiguiendo acallar las carcajadas de Ángela. Su pecho estaba cubierto de líquido blanquecino, lo que no impidió a Ángela recostarse sobre él para depositar un profundo beso en su boca que sería el precursor de toda una liturgia posterior. Para ellos, besarse se transformó en un ceremonial, y prescindir de él, en un sacrilegio.

La sorpresa de ambos al comprobar que estaban viviendo una sensación jamás experimentada antes, se tradujo en la necesidad de prolongar hasta el infinito este instante único. Fue un momento de descubrimiento que los llevó a concluir rápidamente que no necesitaban descubrir nada, que todo se daba por sí solo, sin experimentos ni ensayos.

Habían pegado sus labios abiertos y ambos esperaban a lo que hiciera el otro, sin prisas y sin urgencias. Cuando las lenguas se encontraron y comenzaron a acariciarse suavemente, ambos supieron que ese era el camino y que ambos sabían cómo recorrerlo. El crescendo también se produjo sin aviso. El roce se fue volviendo cada vez más intenso hasta concluir en una agitación incesante acompañada de hondos gemidos.

Mientras Darren acariciaba con ardor los senos de Ángela, embadurnados de líquido viscoso, ésta continuaba frotando su pene hasta conseguir sin esfuerzo que se reprodujera la erección, esta vez más firme. Sin dejar de besarlo, Ángela se sentó en el potente miembro y comenzó a mecerse rítmicamente. Era la primera vez que ambos hacían el amor con total franqueza, perfectamente conscientes de sus actos y sus decisiones, y si bien la época para reunir precedentes se reducía a las pocas horas de locura anteriores, el coito se transformó en una suerte de inauguración oficial.

Ambos mostraban abiertamente su placer con rugidos que, de no ser por lo bien aislado de las paredes de la casa, habrían tenido necesariamente que alarmar a los vecinos. Se buscaban sin reservas, intentando aprovechar y prolongar el goce como si no hubiera un mañana, algo que ambos veían como una posibilidad perfectamente imaginable. Lo que estaban haciendo era insano, inmoral e ilegal según todas las legislaciones que conocían, y



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