La Piedra de Luz 2 - La Mujer Sabia by Christian Jacq

La Piedra de Luz 2 - La Mujer Sabia by Christian Jacq

autor:Christian Jacq [Jacq, Christian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela
publicado: 2008-01-19T22:35:20+00:00


40

Las sacerdotisas de Hator se habían reunido delante del templo principal de la aldea.

Llevaban un ceñido vestido rojo con tirantes, y cantaban un himno a la diosa, otras tocaban un tambor, mientras siete de ellas formaban un círculo en cuyo interior se encontraba Clara, la mujer sabia.

Luego se produjo un largo silencio, la decana de la cofradía apareció en el umbral del templo, y las sacerdotisas se marcharon.

—Cuando la luz creó la vida, adoptó la forma del sol, cuyos ojos se abrieron en el interior del loto —declaró—. Cuando el agua del ojo cayó a la tierra, se metamorfoseó en una mujer de sublime belleza a la que se le dio el nombre de «oro de los dioses». Ella, el sol femenino, ilumina el mundo; tú, mujer sabia, eres su hija. Pero ¿tendrás el valor de arriesgar tu vida para hacer el trabajo de un hombre, convertirte en la maestra de obras de los artesanos y la venerable de la cofradía, capaz de vencer el mal de ojo?

—El Lugar de Verdad me da la vida, y yo le doy mi vida.

—Tú, que eres la viviente de la ciudad de la Tumba, penetra en este santuario y afronta tu destino.

Clara avanzó sin vacilar. Llevaba puesta su peluca de ceremonias, con una flor de loto encima de ella.

En un zócalo de granito se levantaba la estatua de un babuino, que era la encarnación de Thot; en la mano izquierda tenía un estuche que contenía un papiro. Sus ojos rojos se clavaron en la joven que sostuvo su mirada para recoger las fórmulas de conocimiento que el dios deseaba transmitirle. La mano de piedra parecía animarse para ofrecer el documento a Clara, que lo recogió prosternándose.

—Ven hacia mí —dijo una voz femenina de inquietante tranquilidad—, y cruza mi puerta.

Más allá del babuino de Thot, había un segundo zócalo de piedra. Clara tuvo que acostumbrarse a la penumbra para distinguir la pequeña estatua de oro de un halcón coronado por un sol del mismo metal a cuyos pies se erguía una cobra con el cuello hinchado como el uraeus presente en la frente de los faraones.

Por su actitud, Clara supo que iba a atacar, pero, sin embargo, no retrocedió. Ya había tenido una experiencia similar en la cima, por lo que no dejó de mirar al reptil, dispuesta a imitar todos sus movimientos.

Pero el monstruo permanecía inmóvil.

Intrigada, se acercó.

La cobra había sido moldeada en piedra con tanto genio que parecía que estuviera viva.

Entonces Clara, ya más tranquila, le tocó suavemente la cabeza.

—Toma el disco de oro —dijo la voz tranquila—, y ponlo en tu pecho. Así verás en las tinieblas.

Clara se puso el precioso símbolo, del que emanaba una dulce calidez. La oscura sala se iluminó y descubrió a siete hombres armados con cuchillos, que llevaban horribles máscaras.

Sus nombres estaban escritos en el papiro: Rostro al Revés, Quemador, Calumniador, Ladrador, Rostro Cortante, Aullador y Devorador de Gusanos.

Todos juntos dieron un paso hacia la mujer sabia para rodearla. Ella levantó las únicas 137

LA MUJER SABIA

armas de que disponía: el sol y el papiro.



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