La peregrinación de Childe-Harold by Lord Byron

La peregrinación de Childe-Harold by Lord Byron

autor:Lord Byron [Lord Byron]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Poesía, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1817-12-31T16:00:00+00:00


2.—»Jóvenes lugareñas de ojos azules, cuyas manos nos ofrecen frescas flores, embellecen todavía con su sonrisa este Edén. En las montañas, numerosas torres elevan sus muros feudales por entre la verde yedra; peñascos de rápida pendiente y las ruinas de una antigua arcada aparecen por entre lechos de pámpano, que embellecen los valles: sólo falta para mi felicidad a orillas del Rhin, el poder estrechar tu mano entre las mías.

3.—»Te envío los lirios que me han dado: bien sé que se habrán ya marchitado mucho antes que tú los puedas tocar; no los desprecies, sin embargo, pues les he mirado con placer, pensando que tus ojos pueden verlos también; quizás ellos conduzcan asimismo tu alma junto a la mía, cuando sepas que estas ajadas flores fueron cogidas a orillas del Rhin y ofrecidas por mi corazón a tu corazón.

4.—»El río, cubierto de espuma, se aleja con majestad; a cada recodo sus olas inmensas descubren nuevos lugares a cual más risueños. ¿Cuál es el mortal que no limitaría sus deseos en ver deslizarse aquí todos sus días? ¿En dónde encontraría yo sobre la tierra un sitio tan caro a la naturaleza y a mi corazón si estuvieras tú a mi lado en tanto que mis ojos siguiesen la corriente del Rhin?»

LVI. No lejos de Coblentza una sencilla pirámide corona un cerro de césped: bajo su base descansan las cenizas de un héroe, fue uno de nuestros enemigos, pero no por esto dejaremos de rendir homenaje a la memoria de Marceau. Sobre la tumba de este joven guerrero, derramaron lágrimas los feroces soldados, lamentando y envidiando el destino del que vivió para la Francia y combatió para defender sus derechos.

LVII. iAy! ¡su vida fue tan corta como gloriosa! ¡Viéronse dos ejércitos concurrir a sus exequias y en ellas vióse llorar a sus amigos y a sus enemigos! Deténgase el extranjero ante su sepulcro y ruegue por el descanso de esta alma valerosa: Marceau fue el campeón de la libertad, y del corto número de los que no abusan del poder terrible que ella da a los hombres que empuñan las armas en su nombre. Marceau había conservado la pureza de su alma, y fue llorado[129].

LVIII. Pero descubrí a Ehrenbreitstein[130] cuyas murallas, medio arruinadas y ennegrecidas por la explosión de la mina, atestiguan lo que era esta formidable ciudadela cuando, resistiendo todos los asaltos, aguantaba sin conmoverse el fuego de la artillería que derribaba sus murallas. ¡Torre cara a la victoria! desde lo alto de este peñasco viéronse huir los enemigos rechazados en la llanura. Sin embargo, lo que no logró destruir la guerra, la paz lo ha destruido; ella ha entregado a las lluvias del estío estas orgullosas bóvedas que habían desafiado durante muchos siglos las granizadas de balas.



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