La Paloma y el halcón by Paula Marshall

La Paloma y el halcón by Paula Marshall

autor:Paula Marshall [Marshall, Paula]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: love_history
ISBN: 9788467157864
editor: Harlequin Ibérica, S.A.
publicado: 2008-04-15T00:00:00+00:00


Ocho

BIANCA se despertó en una habitación que le resultaba desconocida y por un momento fue la señora de San Giorgio, desconcertada por su atuendo y sus circunstancias.

Al sentarse recuperó la memoria. Piero, Bandelli, ¡y el vino que había bebido! Debería tener mala cabeza, y gemir y quejarse como hacía Bernardo tras «una buena noche», que era su forma de denominar un exceso. Pero aparte de sentirse algo desorientada y el momento de desconcierto hasta que consiguió recordar que era la esposa de Piero y Dino el paje, se sentía sorprendentemente bien.

No recordaba nada de la conferencia de la mañana desde el momento en que Bandelli le había pedido su opinión sobre el acuerdo con Piero, y no tenía ni idea de cómo había llegado a la gran cama. Supuso que Lodovico la habría puesto allí.

Bajó las piernas por un lado de la cama, comprobó que podía andar, y salió a buscar a Piero y a Lodovico. Debía ser mediodía. Los hombros de armas la escrutaron. Descubrió que tenía mucha sed, y quizá los otros pinchazos que sentía fueran causa del hambre. Supuso que un paje no sería mal acogido en las cocinas. Se encaminó hacia allí, disfrutando, como siempre, de la libertad de ser un varón, sin que nadie la siguiera rezongando: «No debes ir allí, haz eso… ay, Dios, no deberías haber oído eso…» Lo cierto era que a esas alturas ya había oído de todo y no podía entender qué era lo que causaba tanto barullo. Los hombres eran hombres y las mujeres, mujeres, y tenían cuerpos y apetitos. Los hombres eran ruidosos, groseros y malolientes que no se molestaban en lavarse —excepto Piero, que conseguía estar siempre limpio y bien vestido—, hablaban de cosas desagradables y hacían auténticas barbaridades, en las que no quería ni pensar; eso era lo que había, así era el mundo. Era inútil pretender que era de otro modo.

Por supuesto, cuando volviera a ser mujer o, más bien, cuando se convirtiera en una, tendría que simular que el mundo era tal y como decían verlo la mayoría de las mujeres. Había comprendido que detrás de la fachada que mostraban al mundo las mujeres, en realidad sabían la verdad. Si no, ¿por qué no callaban nunca las Agnetas de este mundo? También había comprendido por qué eran tan bien guardadas las doncellas. Para protegerlas y mantenerlas inmaculadas para el hombre con el que habrían de casarse, independientemente de que él hubiera disfrutado de docenas de mujeres, como había hecho Piero, su esposa había de ser virgen.

Le hizo gracia pensar que todos esos pensamientos tan profundos se debían a un exceso de vino. In vino veritas… El padre Luca le había explicado que la expresión significaba que los borrachos decían la verdad. Pero desde luego el alcohol no mejoraba el entendimiento, o Bernardo se habría convertido en un sabio, teniendo en cuenta lo que había bebido en los últimos años. Quizás debería adoptar el lema «¡En Dino, la verdad»!

Sonriendo por sus absurdos pensamientos, casi chocó



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