La otra historia de los templarios by Michel Lamy

La otra historia de los templarios by Michel Lamy

autor:Michel Lamy [Lamy, Michel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1999-01-01T05:00:00+00:00


Venimos de una tierra que ha dejado de existir y nos dirigimos hacia un país que va a nacer. Tú, el solitario, sigue caminando. Mira al sol y a las grutas secretas. La hora duodécima está próxima. ¡Ve a recibir el mensaje que te espera!

Un mensaje que habría apasionado sin duda a Gérard de Nerval.

Hassan fue conducido a continuación hacia la luz espiritual por unos «guías» que le sometieron a unas pruebas iniciáticas muy largas. Su iniciación tenía más de un punto en común con la de la francmasonería. Aprendió allí a ver detrás del velo de las religiones. El Maestro desconocido de la Montaña le entregó el hábito blanco y el cinto rojo y Hassan partió hacia el cumplimiento de su destino. Sabía que para ello no iba a tener que dudar a veces en hacer uso de las fuerzas oscuras, pues a sus ojos el fin justificaba los medios.

Hassan-Ibn-Sabbah prosiguió su formación en la Casa de las Ciencias de El Cairo, y fue allí donde conoció por primera vez los poderes del hachís, «la hierba de la seguridad», que permitía ser totalmente indiferente al sufrimiento y a la muerte. El hachís acentuaba los sabores, servía de afrodisíaco para el ser sensual, aumentaba la intensidad de los colores, proporcionaba más riqueza a las impresiones del gusto y del tacto, pero sobre todo hacía olvidar toda prudencia y todo elemento moral.

Hassan-Ibn-Sabbah decidió hacer de Irán el centro del ismaelismo, y fundó allí una Orden a la vez religiosa y militar, compuesta de hombres entregados en cuerpo y alma a ella. Corría el año de 1081, año I del ismaelismo reformado, nacimiento de la secta de los Asesinos de Alamut. En un primer momento, Hassan-Ibn-Sabbah reclutó fieles, lo que no dejó de causarle algunos problemas con los jefes políticos y religiosos de la época. Un día, al atravesar la región iraní de Rudbar, vio, en un paisaje desolador, una muralla que dominaba un precipicio: la fortaleza de Alamut, el «nido de águila». Supo entonces que había encontrado el lugar de donde se expandiría su poder.

El gobernador de Alamut, el Alide Mahdi, era contrario al ismaelismo y fiel a Melik-Shah. Hassan pasó de largo, por el momento. Necesitaba encontrar un abra para sus fieles, algunos de los cuales le seguían desde hacía… nueve años. He aquí algo que nos recuerda a los templarios. Había entre ellos algunos francos que afirmaban haberle visto obrar milagros: durante una tempestad, Hassan había aplacado los elementos y salvado su nave. Desde entonces, estaban dispuestos a seguirle al fin del mundo si era preciso.

Algunos meses después de su primer paso por estos parajes, algunos de sus hombres entraron en Alamut y comenzaron a hacer propaganda entre la población. Hablaban sin cesar de un personaje misterioso que meditaba horas sentado sobre una piedra, ataviado con un hábito blanco y ceñido con un cinto rojo. Se decía que no comía ni dormía jamás. La población fue poco a poco ganada, en gran parte por la curiosidad. Una noche, uno de sus hombres hizo entrar a Hassan-Ibn-Sabbah en Alamut.



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