La noche estrellada by Jack Hill

La noche estrellada by Jack Hill

autor:Jack Hill
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial, Intriga
publicado: 2016-03-15T23:00:00+00:00


Capítulo 18

La adrenalina inyectó una energía suplementaria en su deteriorado cuerpo. Forzó a que cada músculo se extendiera más allá de su límite. Ignoró el dolor que sentía por cada una de las pisadas descalzas sobre la rugosa tierra. Lo único que estaba plantado en su mente era correr como nunca antes había corrido en su vida. No tropezarse con ninguna rama o piedra. Para ello debía mantener los ojos bien abiertos, detectar cualquier amenaza y esquivar el tropiezo. Casi era como esos videojuegos a los que era tan aficionado Rolando. Saltar entre edificios, dar volteretas, agarrarse a la barandilla…

Pero ahora estaba experimentado la vida real. Lo notaba en cada latido que amenazaba con salirse de su pecho. En la oscuridad que la envolvía, en el olor penetrante a bosque, el tintineo de la cadena, en las piedrecitas incrustadas en la planta de los pies. Y en esa siniestra sensación de pánico que era el motor que le impedía desfallecer.

Durante varias semanas la idea de la muerte se había fijado en su cabeza. No deseaba morir, pero si ocurría al menos sería una liberación. Prefería eso que no caer en la demencia. Porque ¿qué otro destino le esperaba allí encerrada?

Llegó a un claro de la montaña con la respiración jadeante. La luna llena resplandecía. El sudor le caía por la frente. Percibía su frágil cuerpo a punto de quebrarse. Ante ella se extendía más vegetación. Cualquier camino le llevaría a la salvación o a la condena. Instintivamente se detuvo, miró hacia atrás y aguzó el oído. Entre la espesura del bosque no se oía más que un graznido a lo lejos. Fijó la vista entre los troncos de los árboles, quizá una sombra que se moviera veloz… Pero nada, reinaba la calma. Una espeluznante calma.

Su cuerpo le rogaba que se tumbase sobre la hierba. Que disfrutara de un breve receso para acumular más resistencia. Pero Ivonne sabía que era una estúpida decisión. En mitad del bosque sus esperanzas de sobrevivir serían escasas. Por no decir milagrosas. Procuró desprenderse de la cadena quitándose el collar de púas. Pero después de varios intentos, desistió. Era como si la apertura estuviese soldada. Parpadeó varias veces. Las lágrimas impedían ver con claridad. Se agachó para apoyar las manos sobre las rodillas mientras su respiración seguía jadeante. Solo necesitaba descansar un poco más. La espinilla estaba surcada de arañazos por el roce con las espinas.

Oyó el crujir de una rama. Al segundo, una voz masculina gritaba un improperio. Ni siquiera se molestó en saber de dónde exactamente provenía el sonido. Continuó con su frenética huida a cualquier parte lejos de aquel loco.

Continuó corriendo con desesperación unos diez minutos más. Un calambre en la pierna derecha le hizo detenerse abruptamente. Cayó al suelo. Fue entonces cuando decidió que no podía más. Su cuerpo había dicho basta. Necesitaba descansar. De lo contrario moriría de agotamiento. El cansancio podía más que el miedo.

Entre respiraciones entrecortadas procuraba generar saliva. Notaba los labios resecos, un nudo en la garganta. Cerró los ojos como así pudiera alejarse lo máximo de aquel bosque amenazador.



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