La monja sin rostro by Antonia Fraser

La monja sin rostro by Antonia Fraser

autor:Antonia Fraser [Fraser, Antonia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Misterio
publicado: 2013-09-22T16:00:00+00:00


Gran Dios, preferiría ser

Un pagano nutrido por un credo anticuado…

Y oír cómo el viejo Tritón hace sonar su curvada trompa…

Tratábase de otro de sus poemas favoritos. Un poema, sin embargo, que no marcaba el camino hacia Roma, precisamente. ¿Había algo pagano allí fuera? Antiguos dioses y diosas agitándose bajo el césped, quizá. De ser así, yo no lo sentía. Como racionalista, de pensar en un Dios me acercaba más al de la Madre Ancilla, representante del autoritario sistema religioso de la Iglesia de Roma con su precaria lógica, que a cualquiera de las terrenales criaturas que estaban agitando el viejo suelo. Carecía de creencias, me dije. En consecuencia, no abrigaba temores.

Un ronco sonido que percibí de pronto supuse que era el ladrido de un zorro. Quedaba lejos, no sabía dónde. Ni siquiera la inesperada naturaleza del sonido me produjo aprensión. Pensé alegremente en mi independencia, contra la que nadie, en aquellos momentos, podía atentar. Estaba convencida de ello: ni la soledad de la noche, ni los merodeadores naturales, ni siquiera los humanos poderes del mal.

El búho ululó de nuevo y tropecé en algo sólido en la oscuridad. Un leño, una gruesa rama de árbol caída. Mis botas habían impedido que me hiciera daño. No quise considerar el incidente como una especie de recordatorio de mi condición de ser mortal.

Al llegar a la torre estaba segura de que nada ni nadie podía contenerme o amedrentarme. Aquélla se destacaba sobre mí, sumida por completo en las sombras. La luna quedaba ya muy por debajo de la esbelta construcción.

Tratando de obrar con cautela, decidí deslizarme silenciosamente hacia el otro lado de la torre, para ver si se escapaba algún resplandor de la solitaria ventana. Un resplandor. Todavía se notaba por el oeste el que contenía cierto vestigio del día. Los asesinos de Banquo: otra desagradable cita de última hora de la noche. No, ésta no era la idea paralela que yo buscaba. Me aferraría al Caballero Rolando y a su Torre. En la parte posterior de la construcción no advertí ninguna claridad. Eso sí, la oscuridad era aquí más fantasmal, a causa de que la luz de la luna se notaba más fuerte y difusa, reflejándose en los gruesos muros.

Me volví un poco más apresuradamente hacia la entrada de la torre. Vacilé, tentando mis ropas, en busca de la pequeña llave. Luego, fui avanzando a tientas, para acercarme al candado, encendiendo la linterna. Experimenté mi primera sorpresa. El candado estaba cerrado. Esto parecía sugerir que nadie había entrado todavía allí. Aun pensando en un duplicado de la llave, era difícil comprender cómo podía haber sido cerrado nuevamente el candado desde dentro. A menos que hubiera, en todo esto, seres dotados de poderes sobrehumanos. Solamente un fantasma podía deslizarse sin novedad a través de una puerta así cerrada, dejando el candado como yo lo veía… Ésta era otra desagradable idea, semejante a la de mi estúpida evocación de los asesinos de Banquo. Mi inexpugnable espíritu entró aquí en ligeras vacilaciones.

Por primera vez, tuve la impresión de estar siendo vigilada, observada por algo o alguien aparte de los búhos y los zorros.



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