La mina by Armando López Salina

La mina by Armando López Salina

autor:Armando López Salina
La lengua: spa
Format: epub
editor: Ediciones Akal, S.A.
publicado: 2017-10-27T00:00:00+00:00


—Hasta mañana, León –contestó Antonio.

Se quitó el casco y se pasó la mano por la cara sudorosa.

—Hola, prima Angustias. ¿Qué tal, Joaquín?

—Sí, ya estamos aquí –dijo Angustias.

—Bueno, ¿qué tal encontráis a la Lucía?

—Bien, aunque algo cambiada. Claro que hace años que no nos veíamos.

—Algo más flaca está –Antonio dio una palmada a su mujer.

—No le hace mal –rió Angustias–. Tipo de moda, de artista de cine.

—¡Vaya un día de calor! Ni con la lluvia de anoche ha refrescao. Vengo sudando más que un marrano cuando lo capan; venga de dar pedales. ¿Así que al fin te decidiste a venir aquí? –se volvió para Joaquín.

—Sí, a ver si me quieren en esa fábrica que me decías en la carta.

—Ya lo creo que querrán. En lo hondo de los pozos siempre hacen falta brazos.

Antonio calló de pronto, la mirada hacia las factorías, tieso. Después, sus ojos volvieron lentamente hasta los ojos de Lucía.

—¿Sabes que me duele el espinazo? Parece que no respiro, tendrás que darme friegas esta noche.

—Te habrá dao un aire –dijo Angustias.

—¿Y mi sobrina? Ya estará hecha una moza.

—Anda ahí, con Luisito.

La niña se había acercado hasta el grupo de personas mayores, que miraban para los chicos. El niño seguía haciendo monigotes de barro.

—¿Estás jugando con tu primo?

Angustias hizo 'sí' con la cabeza.

—¿Te has comido la lengua, sobrina?

—No –dijo la niña bajito.

—Vaya, pues si tenías lengua –sonrió Antonio.

Vio que su sobrina le miraba con extrañeza. Quedaron mirándose durante un buen rato. Un moscón verde revoloteaba en torno a la cabeza del hombre, pero éste ni se movió. Angus miraba la cara sucia de su tío. 'La mosca le va a cagar encima', pensó la niña.

—Ya eres una mujer –dijo el tío sonriendo–. Luisito te llevará a jugar por el campo. ¿Te gusta jugar?

La niña otra vez dijo 'sí' con la cabeza.

Angustias pasó sus manos por la cabeza de la pequeña.

—Tengo unos tomates puestos a refrescar, si quieres –preguntó Lucía a su marido.

—Acabo de tomar unos cachos de bacalao y pan en la taberna. Luego de que me lave un poco, cenamos –miró para Joaquín–. Me voy a quitar la porquería de encima. Como verás, en la mina se pone uno como un guarro, y luego con el sudor... He sudao más que los caballos del pozo –añadió.

—Mi Luis también suda mucho –intervino la señora Dolores–, pero no hay manera de que se le quite el carbón de la piel [35].

—Una siempre tiene que estar lavando –dijo la otra vecina. Al rato éstas se marcharon y toda la familia entró en la casa para sentarse en la habitación del matrimonio. Antonio, desnudo de medio cuerpo para arriba, se chapuzaba en una palangana.

—Mañana hablaré por ti, hoy se ha mancao uno en mi pozo, le pilló la vagoneta.

—Jesús –exclamó Angustias.

—¿A quién? –Lucía miró a su marido.

—No le conoces, es un gallego.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.