La máquina preservadora by Philip K. Dick

La máquina preservadora by Philip K. Dick

autor:Philip K. Dick [Dick, Philip K.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2021-11-15T16:00:00+00:00


* * *

Evelyn Cutter se paseaba impaciente por su departamento tenuemente iluminado. Tenía los brazos cruzados, la boca apretada en un gesto de ira.

—No te entiendo —dijo, dejando caer las pesadas cortinas—. Hace un rato estabas dispuesto a matar a V. Stephens y ahora no te animas siquiera a bloquear a Le Marr. Bien sabes que Le Marr no asimila la gravedad de la situación. No le gusta Gannet y sigue empeñado en esa cháchara sobre la comunidad interplanetaria de científicos, nuestro deber hacia la humanidad y todas esas historias. ¿No te das cuenta de que si V. Stephens tuviera a su merced a Gannet…?

—Tal vez Le Marr está en lo cierto —dijo Patterson—. A mí tampoco me gusta Gannet.

—Terminarán por destruirnos —estalló Evelyn—. No podemos iniciar una guerra contra ellos, sin posibilidad de ganar —se detuvo ante él, con los ojos chispeantes—. Pero ellos aún no lo saben, ésa es nuestra ventaja y deberíamos neutralizar a Le Marr, al menos por el momento. Cada minuto que continúe en libertad, nuestro mundo corre peligro. Tres billones de vidas dependen de que logremos mantener el secreto.

Patterson seguía cavilando sobre la situación.

—Imagino que Gannet te habrá informado sobre la exploración inicial que West realizó hoy.

—Hasta ahora, ningún resultado. El viejo conoce de memoria cada una de las batallas, hasta el último detalle, y no hay lugar a dudas, hemos perdido en todas —dijo, frotándose la frente cansada—. Es decir, vamos a perder en todas.

Ella distraída recogió las tazas de café.

—¿Quieres más café?

Absorto en sus propios pensamientos, Patterson ni siquiera la escuchó. Se acercó a la ventana y se quedó mirando hacia afuera hasta que la mujer volvió con dos tazas de café humeante y aromático.

—Tú no viste cómo Gannet mató a esa chica —dijo Patterson.

—¿Qué chica? —¿Esa palmeada? —preguntó Evelyn mientras agregaba leche y azúcar al café—. Estaba decidida a matarte. V. Stephens, por su parte, no iba a tardar en dar aviso a la oficina de «Pro-Color» para empezar la guerra. De todos modos, ésa es la chica que habíamos salvado —concluyó con tono impaciente.

—Eso es lo que me preocupa, justamente —contestó Patterson.

Tomó la taza automáticamente y sorbió el café sin saborearlo.

—¿De qué valió arrancársela a la multitud? Mira lo que ha hecho Gannet, y nosotros somos empleados de Gannet.

—¿Y de ahí?

—Conoces bien su juego sucio.

Evelyn se encogió de hombros.

—Debemos ser prácticos. No tengo ningún interés en que destruyan la Tierra. Gannet piensa lo mismo y quiere evitar la guerra.

—Hace pocos días, cuando esperaba ganar, estaba dispuesto a declarar la guerra.

Evelyn rió ásperamente.

—Es natural —dijo—. ¿Quién va a querer entrar en una guerra que sabe que va a perder? Es irracional.

—Ahora, en cambio, Gannet tratará de evitar la guerra —observó Patterson lentamente—. Dará independencia a los planetas-colonias; reconocerá a «Pro-Color», después destruirá a David Unger y a todo el que esté enterado y ganará la gloria de posar como un pacifista benévolo.

—Por supuesto. Ya está haciendo planes para realizar un dramático viaje a Venus. Tendrá una conferencia de último momento con los funcionarios de «Pro-Color» para evitar la guerra.



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