La máquina del amor sagrado y profano by Iris Murdoch
autor:Iris Murdoch [Murdoch, Iris]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1974-04-04T00:00:00+00:00
* * *
Harriet habÃa despedido a su invitada, cuyas lágrimas pronto se secaron. Harriet no lloró. De repente estuvo claro que la entrevista habÃa concluido y que ambas deseaban escapar. Harriet estaba agotada. Deseaba tener a Blaise al lado urgentemente, ver su amplio rostro, fuerte y tranquilizador, con el dulce aire de timidez que ahora exhibÃa siempre, oler su chaqueta, ser abrazada y sentirse segura. Ahora siempre la acompañaba una especie de constante angustia fÃsica respecto a Blaise, como la angustia que habÃa sentido por David cuando este era pequeño. Le habrÃa gustado tener a Blaise siempre a la vista, a mano. Pero consentir sus ausencias parecÃa, ahora más que nunca, un deber. Hoy habÃa ido a la biblioteca para dejarla sola, frente a frente, con Emily. Hasta habÃa cancelado, para poder hacerlo, las visitas del doctor Ainsley y la señora Lister. En el futuro, debÃa dedicar más tiempo a Emily, Harriet habÃa insistido en ello. HabÃa interrogado con prudencia a Blaise (y a él no le habÃa hecho ninguna gracia) acerca de la cantidad de tiempo que solÃa pasar en Putney. Al parecer, la ración de Emily consistÃa en alguna parte del almuerzo y a veces las primeras horas de la noche que Blaise dedicaba a Magnus Bowles, quien también vivÃa al sur del rÃo. Harriet habÃa declarado que eso no era suficiente. DebÃa ir a pasar un dÃa entero y algunos fines de semana para estar más con Luca. Blaise se mostró tan indeciso como le fue posible, pero acabó por acceder. AsÃ, precisamente cuando ella tanto le necesitaba, él se ausentarÃa con más frecuencia. Es como debÃa ser.
Harriet no tenÃa costumbre de escrutar sus estados de ánimo. Nunca habÃa tenido necesidad de hacerlo. Siempre habÃa vivido en el mundo del instinto y de la certeza. Sus primeros e ingenuos amores, antes de aparecer Blaise, nunca habÃan requerido decisiones por su parte, nunca la habÃan siquiera llegado a desconcertar. Ella los habÃa padecido como ataques de gripe, apenas profundizando en su naturaleza. Un mundo de sólido convencionalismo además de un firme sentido del deber, junto a su fantástica suerte, la habÃan sacado adelante sin una conciencia real de su mente. Ella veÃa el mundo, no le prestaba atención a su mente. Ahora, sin embargo, sus emociones e ideas la preocupaban, hasta la sorprendÃan. Estaba al tanto de que todo su ser mental se habÃa alterado desde su primer encuentro con Emily, y que, con alarmante velocidad, continuaba haciéndolo. Y por primera vez en su vida, no alcanzaba a predecir ni sus actos ni sus sentimientos. Lo que sà permanecÃa claro e inmutable, y era lo que quizá en aquellos dÃas tranquilizaba a Harriet más que ninguna otra cosa, era su simple sentido del deber hacia su marido. Ella tenÃa que apoyar a Blaise y ayudarlo a vivir desde ese momento en adelante de forma honrada y hacer lo que debÃa hacer. Era moralmente impensable que él abandonara a una amante, establecida desde hacÃa tantos años, con un hijo pequeño.
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