La máquina de leer los pensamientos by André Maurois

La máquina de leer los pensamientos by André Maurois

autor:André Maurois [Maurois, André]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1937-01-01T00:00:00+00:00


T significaba el número de horas de las clases semanales; N, el número de alumnos del grupo; S, se me ha olvidado lo que era; A, la edad de los padres del alumno; P1, el tiempo que duró la educación del padre, y P2, el tiempo de educación de la madre.

—Está usted de broma, Hickey.

—¡Ojalá, amigo mío, fuera una broma, pero no es así! Estas locuras se enseñan seriamente a los futuros profesores, que luego preparan, bajo la vigilancia del profesor Windbag, cualquier tesis increíble sobre «El papel de la mujer de hacer faenas en los cursos superiores de las jóvenes estudiantes…» Y no solamente se enseñan estas cosas, sino que inspiran la mayor admiración a ciertos señores bienhechores nuestros. Windbag es un hombre a quién tienen en gran estima y al que ni siquiera el presidente Spencer se ha atrevido a tocar. Pues no solamente es un pseudosabio, sino un pseudosanto. ¿Untuoso, decía…? Sí, untuoso e hipócrita. Me recuerda al personaje de Dickens, que se parece un poco a un poste indicador, en que ambos enseñan la dirección que hay que seguir, pero jamás la siguen ellos mismos. ¿No oyó usted a nuestro Windbag predicar el domingo pasado en la Capilla? Fue admirable. Había escogido un texto de San Pablo: «Se volvieron locos y se atribuyeron nombres de sabios…», y recriminó a la ciencia moderna, especialmente a mí, con un talento indiscutible, porque este hombre es un gran orador… ¿Halagador, me dijo también…? En efecto, para halagar a los Scripps, los Higgins, los Mitchell, encontró un método formidable… Emprendió un trabajo sobre los puntos que hay que desarrollar en los alumnos para transformarlos en grandes hombres de negocios y, para ello, consultó a estos reyezuelos preguntándoles respetuosamente a qué virtud debían el haberse transformado en los más ilustres destiladores, metalúrgicas y banqueros. Cada uno de ellos se siente orgulloso de ser tomado por modelo y Windbag gana así, entre nuestros dueños, un grupo de poderosos amigos. No confiesa sus ambiciones, no presenta su candidatura, pero dos o tres de nosotros le descubrimos el juego y estamos dispuestos a impedírselo…

—Creo que no le costará mucho trabajo. ¿Quién podría dudar entre un Windbag y un Turner?

—No soy de su opinión. ¿Quién vacilaría? Pues los mismos de quienes depende la elección. Porque las cualidades de Turner, aunque muy sólidas, no son aparentes y Windbag mezcla la política a la enseñanza. No sé si no ha llegado a soñar alguna vez en la aventura de un Woodrow Wilson y no ve en la presidencia de Westmouth un paso que lo lleve a la presidencia de los Estados Unidos… Presume gustoso de ser un hombre de acción. Habla con desprecio de la blandura del presidente Spencer y de esa Facultad sin vida. Y esto somos nosotros, amigo mío. Estas violencias mezclan en su juego a algunos de nuestros administradores que, de buena fe, temen la bondad de Turner. Además, tenemos a Mrs. Turner que no es precisamente, hay que confesarlo, una buena carta en el juego de nuestro candidato.



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