La llegada del duque by Elizabeth Boyle

La llegada del duque by Elizabeth Boyle

autor:Elizabeth Boyle
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2012-11-06T23:00:00+00:00


—¡Tabby! ¿Qué estás haciendo aquí?

La voz de Preston retumbándole por encima del hombro hizo que ella se sobresaltara. De hecho, el bolso se le cayó al suelo. Él se inclinó, lo recogió y se lo tendió, y el bolso de seda, pequeño y delicado, pareció arrugarse en su enorme palma.

Después de haber pasado gran parte de la velada lejos de ella, para alivio de Tabitha, ahí estaba, con el aspecto de un león hambriento.

Y ella era la gacela; herida y cojeando al final de la manada.

Durante un momento sus miradas se encontraron, y la picardía que ardía en los ojos de Preston sólo decía una cosa.

Desastre.

Ella le arrebató el bolso e inspiró profundamente para calmarse.

Oh, cielos, qué hombre tan mezquino. ¿Qué quiere?

—¡Ah, señorita Dale! Y también la señorita Hathaway —dijo, y se inclinó ante Daphne y Harriet antes de depositar todas sus atenciones, indeseadas, en Tabitha—. ¡Tabby, chiquilla traviesa y descarada! ¿Por qué no mencionaste que ibas a venir al baile de lady Knolles cuando nos encontramos en el parque esta mañana?

Esas pocas palabras, «cuando nos encontramos en el parque esta mañana», si uno ignoraba la parte de «traviesa y descarada», cayeron como una bala de cañón entre sus acompañantes, dejando a todos sin habla.

Excepto a lady Timmons, que hizo una especie de sonido estrangulado que sugería que podría haberse tragado el abanico.

—Vamos, Tabby... —continuó él.

Tabitha se encogió.

Será presuntuoso y arrogante...

—Ya veo que estás furiosa conmigo —siguió diciendo, más para su tía y lady Peevers que para Tabitha, girando su atractivo rostro hacia ellas.

Con esa mirada antes habría sido capaz de cautivarlas, pero ya no poseía ese encanto. No con esas mujeres experimentadas que lo miraban inmutables y altaneras. Preston, que aparentemente estaba familiarizado con la consternación de las damas de cierta edad, se coló alegremente entre Barkworth y Tabitha, dejando a un lado al hombre.

—Querida Tabby, seguramente sabes por qué casi te paso por alto... ¿verdad?

«¿Querida Tabby?» No era posible que acabara de llamarla así. Nadie la llamaba así.

Especialmente el duque de Preston.

Mientras tanto, Preston estaba mirando a los demás, como si alguno pudiera contestar a su pregunta. Cuando nadie habló, él dejó escapar un pesado suspiro de exasperación.

—¡Ese vestido, pequeña descarada! —Sonrió y se giró hacia Barkworth—. La ha transformado por completo. No fui capaz de reconocer a nuestra pequeña Tabby hasta que Roxley la señaló.

El conde protestó balbuceando:

—Yo no he hecho tal cosa.

Preston hizo callar a su amigo agitando la mano, como si estuviera siendo demasiado modesto.

—Personalmente, si yo fuera tu prometido, no te dejaría salir con ese vestido. Has causado un revuelo y todos se preguntan quién eres. Me temo que tu Barkley tendrá rivales por la mañana. Hablando del viejo Barks, ¿dónde está ese buen hombre?

La furia de Tabitha, que finalmente había superado a su conmoción, hizo que consiguiera decir una frase.

—Se llama Barkworth, Preston.

—Oh, sí, pero ya sabes cómo soy. —Preston miró a su alrededor fingiendo inocencia y sonrió ampliamente al grupo. Después le tendió la mano a sir Mauris—. ¡Usted debe de ser Barkworth! Tabby me ha hablado mucho de usted esta mañana, pero no esperaba que fuera tan maduro.



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