La lengua absuelta by Elías Canetti

La lengua absuelta by Elías Canetti

autor:Elías Canetti [Canetti, Elías]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1976-12-31T16:00:00+00:00


Espionaje

Nos alojamos en una pequeña vivienda en el segundo piso de Scheuchzerstrasse 73. Sólo recuerdo tres habitaciones en las que nos instalamos, pero debía de haber una cuarta porque tuvimos criada durante un corto período.

Sin embargo las cosas fueron difíciles con el servicio. Mi madre no se podía acostumbrar a que en Zürich no hubiera criadas como en Viena. Aquí se consideraba a la criada como a una au pair y comía con nosotros en la mesa. Era ésta la primera condición que ponía una chica para entrar en servicio. Mi madre, con su estilo arrogante, lo encontraba insoportable. Como ella misma decía, siempre había tratado bien a las criadas, pero vivían en su propia habitación, en la que nosotros no entrábamos jamás, y comían además en la cocina. «Madame» era el tratamiento sobreentendido en Viena. Aquí en Zürich no se estilaba y mi madre, a quien le gustaba mucho Suiza por su política de paz, no se hacía a las costumbres democráticas que afectaban el centro mismo de su hogar. En la mesa trataba de hablar inglés e impuso este idioma delante de Heidi, nuestra au pair, alegando que paulatinamente los dos pequeños lo estaban olvidando. Era absolutamente necesario que, por lo menos durante las comidas, lo refrescaran. Efectivamente, era cierto, pero también servía de excusa para dejar a la au pair fuera de nuestras conversaciones. Cuando se lo explicamos, guardó silencio, pero no pareció ofenderse. Calló durante un par de días más, pero mi madre se quedó estupefacta cuando un mediodía Heidi corrigió con aire inocente una falta de inglés que el pequeño George hizo y que mi madre dejó pasar.

«¿Cómo lo sabe usted?», preguntó indignada de inmediato. «¿Habla inglés?».

Heidi lo había aprendido en la escuela y entendía todo lo que decíamos.

«¡Es una espía!», me comentó más tarde mi madre, «se ha introducido entre nosotros. ¡No puede ser que una criada hable inglés! ¿Por qué no lo dijo antes? ¡Nos ha estado espiando esa miserable! ¡Yo no dejaré a mis niños compartir la mesa con una espía!».

Entonces recordó que Heidi no había llegado sola a casa. Había aparecido con un señor, que se presentó como su padre, el cual, después de examinarnos a nosotros y a la casa, se informó con todo detalle de las condiciones de trabajo de su hija. «Me di cuenta en seguida de que aquél no podía ser su padre. Parecía de buena familia. Me interrogó como si fuera yo quien buscaba colocación. Yo, en su lugar, no hubiera podido interrogar a nadie con mayor severidad. No era el padre de una criada. Nos han metido una espía en casa».

Ahora bien, entre nosotros no había absolutamente nada que espiar, pero esto no le importaba; ella nos atribuía una importancia que justificaría el espionaje. En cualquier caso, tomó prudentemente sus medidas. «No la podemos despedir de inmediato, parecería extraño. La debemos aguantar otras dos semanas. Pero tenemos que estar atentos. Nunca decir nada contra Suiza, si no, hará que nos expulsen».

Mi madre no se daba cuenta de que ninguno de nosotros decía nunca nada contra Suiza.



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