La imagen va en la primera hoja (ver manual) by Instrucciones Para Una Ola De Calor

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autor:Instrucciones Para Una Ola De Calor [Calor, Instrucciones Para Una Ola De]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Aoife vacila al pie de la escalera, hasta que con súbita decisión, porque para el caso ya está allí, se coloca bien el bolso sobre el hombro, empieza a subir, atraviesa las puertas dobles y se sumerge en el magnánimo frescor de la biblioteca.

Un minuto más tarde la siguen su hermano y su hermana.

Mónica se detiene en el vestíbulo. La penumbra es un alivio tras el resplandor de la calle y le gustaría disponer de un momento para descansar la vista. Michael Francis, sin prestar atención, como de costumbre, se estrella contra su espalda dándole un empujón y haciéndola golpear con el codo un expositor de folletos.

—Uy, perdona —se disculpa.

Mónica se frota el codo sin contestar, sin mirar a su hermano.

—No creo que signifique nada —comenta en voz baja. En las bibliotecas hay que hablar en voz baja, eso lo sabe.

—Joder, esto no ha cambiado. —Michael Francis mira la curvada escalera de madera oscura que sube hasta la sección infantil, la extraña estructura metálica, semejante a una jaula, que contiene un ascensor que nunca les permitieron utilizar. Habla en voz demasiado alta para Mónica. A pesar de toda su educación, no ha aprendido esa regla de los susurros—. ¿Por qué no? —pregunta por fin, acercándose a ver más de cerca la jaula del ascensor.

—¿Por qué no qué?

—Que por qué no crees que signifique nada.

—Porque no es más que un papel. —Mónica mira de nuevo el papel que Michael Francis le ha enseñado mientras iban hacia allí—. Un papel roto de algo. De alguna carta o algo. No hay razón para que signifique nada.

—Pero mamá dice que no reconoce la letra. Que no sabe de dónde era. Y mira lo que pone. Es tan... apocalíptico.

Apocalíptico. Mónica repasa mentalmente las sílabas de esa palabra, una vez, luego dos.

Su hermano la mira.

—El fin del mundo —se apresura a aclarar—. Ya sabes, como...

—Ya sé lo que significa apoca... bueno, eso, no hace falta que me lo digas.

—Vale. Yo sólo...

—De todas formas ¿qué hemos venido a hacer aquí?

—Por Aoife. —Y Michael Francis se asoma a los cristales de la sala principal—. Creo que tenemos que hablar. Sin que nos oiga mamá.

Mónica arruga la frente.

—¿Por qué?

—Porque necesitamos trazar algún plan. Tú misma lo has dicho.

—Quiero decir que por qué no puede oírnos mamá.

—Porque está... —No termina la frase. Sigue mirando la biblioteca, por donde la gente deambula despacio, como peces en un estanque.

Mónica suspira, se enjuga la frente con el pañuelo.

—Lo más probable es que Aoife ni siquiera esté aquí.

—Dijo que iba a venir.

—Pero eso no significa que haya venido. Ya la conoces.

—Pues te equivocas —declara Michael Francis, dando unos golpecitos en la puerta—. Ahí la tienes.

Mónica se acerca al cristal. Por un momento puede ver a la mujer que franquea la sala al otro lado como la vería una desconocida. Aoife es atractiva, observa Mónica como por primera vez, con sus pantalones estrechos con cremalleras, del color de los jacintos, bien ceñidos en torno a las caderas, el top de caótico estampado suelto sobre una clavícula, el pelo recogido y descuidadamente sujeto a la nuca.



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