La estanquera de Vallecas by José Luis Alonso de Santos

La estanquera de Vallecas by José Luis Alonso de Santos

autor:José Luis Alonso de Santos [Alonso de Santos, José Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1985-12-31T16:00:00+00:00


CUADRO III

(Es noche cerrada. Oscuridad solo rota por las rendijas de luz de la puerta y el ventanuco de encima, que dejan pasar rayos de los focos que la policía ha colocado fuera. Silencio. Solo se oye algún ratoncillo que va de romance nocturno. Luego se escucha crujir los escalones de madera y el Tocho, que hace guardia, se estira como un gato en la oscuridad).

TOCHO.— (En voz baja). ¿Quién anda ahí?

ÁNGELES.— (También en un susurro). Soy yo. He venido a traerte café con leche y unas pastas de chocolate. La abuela está como un tronco y al Leandro le he oído roncar.

TOCHO.— Gracias, muñeca. ¿Tú no tienes sueño?

ÁNGELES.— Yo soy de poco dormir. ¿Está bien de azúcar?

TOCHO.— Riquísimo, como tú. Siéntate aquí, a mi lado, anda, a hacerme compañía. ¿Tú no quieres una pasta?

ÁNGELES.— No tengo hambre. Además no me gusta mucho el dulce. Dice la abuela que se caen los dientes.

TOCHO.— ¡Que se caigan, no hagas caso! Yo soy un golosón. Por eso me gustas tú, porque eres un pastelillo de nata. (Mira a la chica: está ahora sin gafas, el pelo suelto y en camisa, muy guapa). ¡Estás más buena que el arroz con leche!

ÁNGELES.— No seas tonto.

TOCHO.— ¡Madre mía, que me la como!, ¡soy el lobo feroz y me la como!

ÁNGELES.— ¿A quién?

TOCHO.— A ti, pastel caramelo, azuquita…, a ti, que tienes unos labios preciosos, ¡unos ojazos!, y aquí dos manzanitas que no se pueden aguantar, a punto caer del árbol, que están diciendo ¡comerme!, ¡comerme!

ÁNGELES.— Me estás haciendo cosquillas…

TOCHO.— Cosquillas, cosquillas…, un niño o dos te hacía yo ahora mismo si no estuviera de guardia. Dame un beso en la boca, anda.

ÁNGELES.— (Riéndose). No sé.

TOCHO.— Ven que te enseño. (La besa). Me gustas más que una moto de carreras, más que una poza llena de vino, más…, más que todo el oro del mundo… (Canturrea bajito.) «más quel aire que respiro y más que la mare mía».

ÁNGELES.— Cómo se despierte la abuela y te vea tocando, la liamos.

TOCHO.— Pues que no mire. La abuela está en el país de los sueños y yo también. ¡Qué tetitas, Dios mío, que tetitas! ¡Quítate este botón, anda…!

ÁNGELES.— Pues tú también.

TOCHO.— Que estoy de guardia, ya te lo he dicho, ¡estate quieta! Además, yo no es lo mismo.

ÁNGELES.— ¿Por qué, vamos a ver?

TOCHO.— «¿Por qué, vamos a ver?», porque sí.

ÁNGELES.— Si tú me metes mano a mí, yo te meto mano a ti.

TOCHO.— Es que me pongo muy nervioso.

ÁNGELES.— Yo también, y me dejo.

TOCHO.— Pero, bueno, ¡habrase visto! A que me enfado.

ÁNGELES.— ¿No me he desabrochado yo el botón?

TOCHO.— Que te he dicho que no es lo mismo. Además, hay un policía; no voy a ponerme aquí, delante de un madero, ¿no?

ÁNGELES.— Si está dormido.

TOCHO.— Y si se despierta, ¿qué?

ÁNGELES.— Lo que pasa es que te da vergüenza, que lo sé yo. Si quieres yo me subo un poco el camisón. ¿Te gusta?

TOCHO.— Te voy a dar un mordisco donde yo me sé que vas a andar luego jugando. ¡Qué muslitos tan suaves! Parece la piel misma del melocotón.



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