La era del ingenio by A. C. Grayling

La era del ingenio by A. C. Grayling

autor:A. C. Grayling
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
publicado: 2017-02-20T23:00:00+00:00


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El pánico rosacruz

Se puede atribuir el final, de modo efectivo, de la credibilidad de la magia, alchymia, cabala, pese a que persistió la credulidad en ellas (y, entre algunos, así ha sido hasta hoy en día) al fracaso del supuesto «movimiento» rosacruz en los acontecimientos que llevaron al estallido de la guerra de los Treinta Años. El pánico a los rosacruces del primer cuarto del siglo XVII fue lo que, en términos de dramaturgia, se denominaría crisis de la filosofía oculta, es decir: ese último aliento de un planteamiento que había sobrepasado su tiempo límite en la economía intelectual de la época, y que en ese lance final demostró su vacuidad. Es probable que el interés por las cuestiones de metodología de los dos grandes formuladores del método científico y filosófico en el siglo XVII (Francis Bacon y René Descartes) despertase no solo por su rechazo al aristotelismo, sino por la confusión entre alquimia y química, entre magia y medicina, entre astrología y astronomía y entre misticismo y matemáticas que entorpecía el avance del conocimiento. Lo que rechazaban, al defender métodos de investigación responsables, era el propio lema de magia, alchymia, cabala, que había absorbido las imaginaciones epistemológicas y metafísicas del siglo anterior.

¿Hubo realmente algo que pudiera denominarse rosacrucismo, o un movimiento rosacruz, en las primeras décadas del siglo XVI, una auténtica sociedad fraternal (los «Hermanos de la Rosa Cruz») con un pedigrí que se remontara al siglo anterior o incluso antes? Algunos historiadores aseguran que nunca hubo ningún movimiento rosacruz organizado, sino tan solo un rumor al que se aferraban las personas con esperanzas, quizás pensando que si apoyaban al supuesto movimiento, sus miembros se pondrían en contacto con ellos y los harían ingresar en él. El caso es que había muchos interesados en lo que creían que eran las ideas de los rosacruces, y entre ellos había muchos que simpatizaban con sus objetivos y los que parecían ser sus principios. Quizás es tan solo en este sentido de cortesía que el rosacrucismo fue una red de personas de mentalidad similar, pero nunca un grupo conspirativo o sociedad secreta formal. Por comodidad, pues, el término «rosacruz» podría aplicarse también a quienes simpatizaban con los ideales e ideas asociadas con el supuesto movimiento.

Un primer hecho importante que conviene señalar es que el rosacrucismo fue un fenómeno protestante. Y también lo fueron todas las formas de ocultismo, alquimia, magia… en general, todo lo esotérico. Federico V, elector del Palatinado, los apoyaba con entusiasmo, y aunque no era de ningún modo su máximo apoyo oficial (ni siquiera financiero) sufrieron de un modo devastador cuando su breve mandato en el trono bohemio llegó a su fin con la batalla de la Montaña Blanca, en 1620. Su derrota (y, con ella, la derrota de las aspiraciones ocultistas vinculadas a él) permitió a la Iglesia católica (o, más bien, a su brazo militante, los jesuitas, a la vanguardia) dedicar una gran cantidad de tiempo a reprimir el interés en el rosacrucismo y en todo lo relacionado con él.



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