La edad del espíritu by Eugenio Trías

La edad del espíritu by Eugenio Trías

autor:Eugenio Trías [Eugenio Trías]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788499892573
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2011-04-03T16:00:00+00:00


II

Debe determinarse, antes que nada, el marco objetivo que el intérprete o artífice se ve en la necesidad de conocer con el fin de configurar el templo cósmico que constituye, en este eón, la ciudad ideal acorde a las necesidades del libre espíritu. Tal marco objetivo constituye lo que, en el marco de este eón, se entiende por naturaleza. Se trata de una naturaleza originaria cuya magia creadora atestigua el carácter del órgano del sujeto que la anima.

Tal sujeto es el alma del mundo, centro y corazón de la natura naturans. Dicha alma posee un órgano propio y específico. Con él ejecuta la alquimia de todas las transformaciones físicas, o la transmutación de sus elementos. Despliega, de este modo, un dinamismo que le es propio y específico.

Ese órgano es la imaginación: una imaginación creadora que promueve enlaces entre los entes mediante vínculos de simpatía, analogía y semejanza. Genera asociaciones de carácter metafórico o metonímico; por semejanza, contacto o contagio. Todas las leyes de la magia (magia simpática y magia asociativa) hallan su horno y su crisol en esta imaginación creadora que constituye el órgano de transformación y permuta de todos los elementos físicos, el crisol de sus transmutaciones y la forja de sus destilaciones.

Y esa imaginación no es, desde luego, un órgano «psicológico» del alma individual del sujeto humano. O éste se halla dotado de ese órgano sólo y en tanto logra conectar con la Imaginación objetiva, trascendental y física, que desde el centro cordial del anima mundi promueve sus iconos y sus figuras a través de su actividad creadora.

Tales iconos y figuras, que constituyen los emblemas simbólicos a través de los cuales el alma del mundo realiza su peculiar teurgia cósmica, se hallan en correspondencia simbólica con todos los diferentes estratos del universo. Reflejan, en juego de espejos, esos órdenes diversos. El mundo supraceleste de las raíces o potencias hieráticas o divinas se refleja, así, en la procesión anual de las moradas zodiacales. Y éstas, a su vez, componen constelaciones, con sus peculiares apogeos y declinaciones, con las revoluciones planetarias.

Todo ello promueve un surtido celeste de irradiaciones e influjos que actúan e intervienen sobre el mundo infralunar, en donde los elementos, en lucha y en conflagración unos con otros, acogen y registran esas influencias, determinando así el carácter de los acontecimientos terrestres. Pero de hecho éstos, a su vez, promueven reconversiones en relación a los influjos planetarios, estelares y supracelestes.310

En este eón la Tierra no es ya el pozo excremental en el que todos esos influjos terminan por empañarse y degradarse. No es ya la cloaca cósmica de una jerarquía que en el mundo terrestre alcanza su máxima degradación. La Tierra, lo mismo que los restantes planetas, gira quizás en torno al sol, que es la imagen o el icono más ajustado a la idea misma de lo divino.311

El sol, icono del Bien, como en La República platónica, determina la dirección y el sentido que puede orientar al testigo humano, habitante de un planeta que se mueve en torno al astro rey.



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