La descendencia by Jack Michonik

La descendencia by Jack Michonik

autor:Jack Michonik
La lengua: spa
Format: mobi, epub
publicado: 2015-09-07T22:00:00+00:00


17

León retiró su cuerpo empapado de sudor, aún jadeante, de encima de la mujer y se acomodó boca arriba junto a ella. Volvió la cara para mirarla. El cuerpo femenino, color de bronce, brillaba por lo mojado, quizás untado más del sudor de él que del de ella. Tenía las mejillas encendidas.

─¡Uf! ¡Qué calor!─dijo Graciela mientras se pasaba la punta de los dedos por encima de la boca, limpiándose unas diminutas gotas de sudor.

León observó los dedos finos, de uñas bien cuidadas, no muy largas y no muy cortas, deslizarse sobre la piel tersa y suave, esa piel morena clara cuya perfección era evidente tanto en el rostro provocador como en el cuerpo sensual.

Graciela era un poco más alta de lo regular, tenía piernas largas, cintura muy fina y senos firmes y bien proporcionados. Sobre las nalgas redondas y levemente empinadas, dos primorosos hoyuelos le ponían el toque de gracia al cuerpo escultural.

─¡Uf!─volvió a decir, esta vez levantándose el cabello de la nuca para dejarse libre el cuello.

Su cara no era de una belleza despampanante como su cuerpo, aunque sí lo suficientemente agraciada como para llamar la atención sin la ayuda de éste. Sus labios carnosos eran de un rojo oscuro, pero adquirían un tono rosado hacia el interior, donde se juntaban. Bordeando un bozo imperceptible, el labio superior dibujaba una v pronunciada a mitad de camino. Al reírse mostraba una preciosa hilera de dientes cuya blancura contrastaba exquisitamente con su piel morena. La nariz era recta y pequeña, las cejas altas y bien delineadas. Lo más llamativo de esa cara linda que no conocía el maquillaje, eran los ojos grandes, negros y brillantes, más locuaces que su boca, perfilados por sus pestañas largas y oscuras.

Graciela se volvió y encontró la mirada de León. Se mantuvieron un rato en silencio, contemplándose, cada cual absorto en sus pensamientos. León estiró el brazo y le tomó la mano, se la acarició con los dedos, le dio un pequeño apretón y se la soltó. Fue un gesto afectuoso más que una caricia. Habiendo consumido la llama del deseo, después de un segundo orgasmo, no le quedaba ánimo para acariciar. Ella tomó la mano que él acababa de retirar, igualmente la acarició con los dedos y luego siguió acariciándole el antebrazo.

─Me encanta un hombre que tenga vello en los brazos.

León contestó con una sonrisa.

─Que tenga vello en el pecho─continuó─, que sepa muchas cosas y que hable bonito, con acento extranjero, así como tú; que se vista bien... sobre todo que use zapatos finos. En los zapatos es que uno puede darse cuenta de qué clase de persona alguien es; en los zapatos y en las manos... Una vez tuve un novio que era mecánico; no empleado sino dueño de taller. Buen mozo era. Extranjero, como tú. Alemán. De pronto un día me cansé de él y lo dejé. ¿Sabes por qué? Las manos. Eran ásperas. Me desagradaba sentirlas.

Después de hacer el amor, era ella la que siempre hablaba. León la escuchaba y la observaba, impresionado más por su belleza que por su monólogo.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.