La delgada línea roja by James Jones

La delgada línea roja by James Jones

autor:James Jones [Jones, James]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Bélico, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1961-12-31T16:00:00+00:00


5

Billones de estrellas duras y brillantes relucían con un fulgor implacable por todo el cielo de la noche tropical. Bajo este telón brillante del universo, los hombres yacían despiertos y a la espera. De vez en cuando, los mismos cúmulos que durante el día navegaban, como manchones blancos sobre la oscuridad en su ruta calmosa por la extensión brillante tapando parte de ella, pero no cayó nada de lluvia sobre los sedientos soldados. Por primera vez desde que habían llegado a aquellas colinas no llovió en toda la noche. Había que aguantar la noche y había que aguantarla al seco, bajo su magnífica belleza. Quizá fuera el teniente coronel Tall el único que disfrutara de ella.

Por fin, aunque seguía siendo noche cerrada, se produjeron movimientos de aviso y susurros a lo largo de la línea, de agujero a agujero, al ir pasando la orden de ponerse en marcha. A la luz inhumana e irreal del falso amanecer, los restos polvorientos y de caras sucias de «C de Charlie» se movieron en sus agujeros y se fueron coagulando rígidamente por escuadras y pelotones para iniciar su ataque de flanco. No había ni uno que no tuviera cortes, heridas o rozaduras. Había gruesos rollos de suciedad apretados bajo las uñas embarradas de las manos grasientas por la limpieza de las armas. Habían perdido cuarenta y ocho hombres, o sea un poco más de una cuarta parte de la compañía, entre muertos, heridos y enfermos, y nadie dudaba que hoy perderían más. Lo único que se preguntaban era: ¿Cuáles de nosotros? ¿Quién exactamente?

Conservando su aspecto elegante, aunque ya estaba casi tan sucio como ellos, el teniente coronel Tall, con el bastoncito de bambú metido bajo el sobaco y la mano descansando en la funda de la pistola, baja como la de un pistolero, se paseó entre ellos para desearles buena suerte. Les dio la mano a Bugger Stein y a Brass Band. Luego avanzaron por la luz fantasmal, encaminándose de nuevo hacia el este por la colina para afrontar un nuevo día mientras la sed les roía las entrañas. Antes de que la aurora iluminase la zona habían cruzado el tercer pliegue —donde el día anterior habían pasado tantas horas de terror y cuyo familiar terreno les parecía ahora extraño— y habían atravesado la vaguada entre los pliegues hacia el borde de la jungla, donde estaban escondidos, donde no les había querido dejar ir el teniente coronel Tall y donde no había ni un solo japonés a la vista. Acercándose cautelosamente y con exploradores destacados, no encontraron a nadie en absoluto. Cien metros más al interior de la jungla descubrieron un sendero de fácil utilización, muy usado, con el barro cubierto de huellas de las botas japonesas de clavos apuntando todas hacia la cota 210. Al avanzar por él en silencio y sin problemas pudieron oír el principio del combate en la colina, donde habían dejado a los cuatro voluntarios anteriores, ahora cinco, con el capitán Gaff.

Tall no había esperado mucho. Ahora «B de Baker» ocupaba la línea de trincheras detrás de la plataforma.



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