La debilidad de Graig (Serie Fast River nº 1) by Mar Fernández

La debilidad de Graig (Serie Fast River nº 1) by Mar Fernández

autor:Mar Fernández [Fernández, Mar]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2020-04-05T06:00:00+00:00


Media hora después ambas se dirigieron a la habitación de Blake. Como le había dicho Meadows, su hermana permanecía en su escritorio, frente al ordenador, aunque no movía ni un músculo de su cuerpo. Verdaderamente parecía una estatua de sal.

—Ejem —carraspeó Nicola, con la esperanza de llamar la atención de Blake, que elevó la mirada y la clavó en sus hermanas, situadas frente al escritorio.

—Nicola, ¿cuándo has llegado? —preguntó confusa.

—Ahora mismo, ¿no has visto los wasap que te mandé? —inquirió la aludida frunciendo ligeramente el ceño.

Blake se dejó caer en el respaldo de la silla y se frotó la frente con los dedos antes de responder.

—No, la verdad es que no sé ni dónde tengo el móvil —confesó pesarosa.

—¿Y qué estás haciendo ahí? —inquirió Nicola.

—Intentar empezar esta maldita novela —dijo Blake con frustración, aunque ante sus ojos solo había una página en blanco.

Nicola rodeó el escritorio y clavó su mirada en la pantalla.

—Oh, pues ya veo lo que te cunde. ¿Es un problema de esas a las que los escritores llamáis musas?

—Sí, ni rastro de ellas —confesó Blake antes de coger el ratón y presionar la esquina para cerrar el programa. No tenía sentido seguir torturándose.

—Quizás lo que necesitas es un muso, de esos con un pecho amplio, brazos que están a punto de romper la camiseta…

—¡Meadows! —exclamó Blake, sorprendida por el comentario de su hermana pequeña.

—¿Qué pasa? —inquirió esta confusa—. ¿Acaso no aparecen tíos así en tus novelas?

—Claro que sí, pero yo prefiero centrarme en una trama que atrape al lector, no solo en describir a un Adonis con culo prieto.

Meadows y Nicola no pudieron evitar estallar en sonoras carcajadas ante el comentario de Blake, que finalmente se rindió y se unió a ellas. Cuando al fin pudieron dejar de reír, y un poco más animada, Blake decidió indagar sobre lo que hacían sus hermanas allí.

—Y ahora que ya os habéis reído de mí a vuestras anchas, ¿me podéis decir qué es lo que queréis de mí?

—Habíamos pensado que no nos vendría mal oxigenarnos —dijo Meadows insegura—, y quizás tomarnos unas cervecitas en el pub Clother.

—No, rotundamente no —se negó Blake. Hacía meses que no salía y no estaba segura de querer hacerlo.

—¡Oh, vamos, Blake! Hace mucho que no hacemos nada juntas —insistió Meadows obstinadamente.

Nicola adivinó la ilusión en el rostro de Meadows y, aunque cuando dirigió su mirada a Blake no encontró más que apatía, lo intentó. Quizás no le vendría mal salir una noche y disfrutar de una ronda de chupitos y unas risas. Dispuesta a forzar a su hermana mayor, no dudó en apoyar a Meadows.

—Blake, creo que somos dos contra una.

—Ha sido un día muy largo y mañana tengo que trabajar —intentó excusarse.

—Nada de excusas —dijo Nicola con autoridad antes de obligar a Blake a levantarse de la silla que ocupaba.

Prácticamente la arrastró hasta el armario y rebuscó entre las pertenencias que su hermana había llevado, frunciendo el ceño al percatarse de que no había nada adecuado para una noche de chicas.

—¿Pero qué ropa has traído?

—No voy a quedarme mucho tiempo.



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