La dama oscura: Un romance del futuro lejano by Mike Resnick

La dama oscura: Un romance del futuro lejano by Mike Resnick

autor:Mike Resnick [Resnick, Mike]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1986-12-31T16:00:00+00:00


11

EL NIÑO ESTABA QUIETO Y ESTUDIABA LA SITUACION. De vez en cuando, su mirada se detenía en un techo o en el interior de un edificio, y yo sabía que había localizado a otro de los cazarrecompensas que le esperaban.

Lucía un indeterminado traje de color marrón. Una pistola láser descansaba en una funda a su costado, desconectada ya de su batería, lista para un uso inmediato. En el cinturón tenía metida una pistola sónica, un rifle al hombro y se veía la culata de otra pistola sobresaliendo de la parte superior de la caña de su bota izquierda. No llevaba sombrero, y el aire caliente azotaba su cabello rubio de modo que enmarcaba su cara como los halos de las pinturas religiosas enmarcaban los rostros de los santos humanos.

Evidentemente, el hombre que nos había dicho que entráramos se hallaba fuera de su alcance, pues el Niño no le prestó atención, sino que se concentró en examinar los edificios más cercanos. Bajo sus axilas había manchas de transpiración, y la parte de atrás de la camisa se pegaba húmeda a su espalda; sin embargo, parecía no tener prisa por entrar en el pueblo o regresar al desierto.

—¡Es un suicidio! —exclamó Heath, mirándole por la ventana⁠—. ¿Es que no sabe que se trata de una trampa?

—Lo sabe —afirmó Peres.

—¿Cree que se los puede cargar a todos?

El otro se encogió de hombros evasivamente.

Me volví para observar la cárcel. La Dama Oscura se encontraba ante la ventana, contemplando con fijeza al Niño, con la cara serena. Me pregunté que había hecho para que ella le traicionara de esa manera.

—¡Ahí viene! —susurró Peres animado. El Niño había desenfundado la pistola láser, bajando despacio por la calle, en dirección a la cárcel.

Hubo un movimiento fugaz en el techo, el láser parpadeó y, un instante después, un cazarrecompensas rodó por la suave pendiente y cayó pesadamente al suelo.

El hombre que nos había dicho que nos largáramos sacó un arma de proyectiles y la disparó. Resultó obvio que falló, ya que el Niño giró y activo su propia arma cuando el otro corrió en busca de protección. Un momento más tarde, el hombre yacía muerto justo delante de nuestra puerta, con la cara calcinada. Lo miré con fascinación horrorizada, atónito de que cualquier raza considerara tal final heroico o romántico.

Oímos otro disparo. El Niño dio media vuelta y su pistola voló unos veinte metros por el aire; me di cuenta de que había recibido un impacto en el brazo. En el acto sacó el arma de proyectiles de la bota y devolvió el fuego; luego giró al ver a otra figura en la tienda que había a su derecha. No sé qué clase de arma le estaba apuntando, pero cayó al suelo y rodó dos veces, con la sangre manando del agujero abierto donde había tenido la oreja izquierda, y la furia ocultando el dolor en su cara. Entonces, poniéndose de rodillas, disparó a la tienda.

Otras dos pistolas láser parpadearon, una desde un techo y otra desde la taberna; un buen número de balas desgarraron el suelo a su alrededor.



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