La chica Einstein by Philip Sington

La chica Einstein by Philip Sington

autor:Philip Sington [Sington, Philip]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2008-12-31T16:00:00+00:00


Veintiséis

Mariya llevaba varios días sin noticias del doctor Kirsch. Cuando le vio acercarse a ella a través del patio, no le resultó difícil adivinar que algo iba mal. Llevaba las manos tan hundidas en los bolsillos que los nudillos se le marcaban a través de la tela y su actitud tenía una rigidez que no le había visto antes.

—No me digas que estás dibujando la clínica… —dijo.

Mariya estaba sentada en su banco habitual. Contemplaba el edificio con el cuaderno en el regazo, aunque no había empezado todavía. La luz vespertina se filtraba a través de las nubes.

—¿Por qué no?

Kirsch entornó los ojos para observar las ventanas enrejadas y los muros de ladrillo visto, cubiertos tan sólo por los esqueléticos restos de las trepadoras muertas.

—Tiene que haber vistas más bonitas que ésta.

Se hizo a un lado para dejarle sitio, pero él se sentó en el brazo del banco. Mariya bajó la vista y dibujó una línea curva, esperando a que hablara. La línea se convirtió en un pómulo. Bajo el pómulo dibujó una barbilla.

—¿Hay malas noticias? —inquirió.

—No —dijo Kirsch—. No, estamos avanzando. Sin duda alguna. Con suerte, saldrás de aquí muy pronto. Podrás seguir adelante con tu vida.

Mariya dibujó el arco de una ceja. ¿Hombre o mujer? No lo sabía. Su estómago se encogió.

—¿Adónde me vas a mandar?

—A donde perteneces —era la primera vez que Kirsch la miraba, pero ella seguía con la vista fija en el papel—. Este sitio no es más que un refugio temporal. Pronto no lo necesitarás.

Dibujó los ojos oscuros y escrutadores.

—¿Y tú?

En el último piso del edificio, una figura con bata blanca pasó fugazmente frente a una de las ventanas. ¿Cuántos más estarían mirándoles?, se preguntó Mariya. Qué incómodo para el doctor Kirsch tener espectadores. O quizá eso fuera lo que buscaba, otras presencias que reforzaran la distancia entre ellos.

—Mariya, lo que ocurrió en la casa de Herr Mettler… —su lápiz se detuvo—. Lo que hice estuvo mal. Muy mal.

—¿Sí? ¿Por qué?

—Soy médico. Mi papel… mi tarea es devolverte la salud. Todo lo demás sólo puede complicar tu recuperación.

Sintió que las lágrimas se le acumulaban en los ojos. Apretó los dientes. Tenía miedo de que si abría la boca para decir algo se derramaran por sus mejillas. Menuda estúpida, pensó. Menuda anormal. Se obligó a concentrarse en el dibujo, y rellenó las pupilas y los párpados con trazos violentos.

—Tienes que entenderlo —dijo Kirsch—. Es normal que ahora te sientas aislada. Eso es lo que te ha provocado cualquier sentimiento que puedas tener. Pero una vez que estés mejor, todo eso cambiará. Tus horizontes se ampliarán. Podrás olvidarte de este sitio.

—Y de todos los que se encuentran en él. ¿Es eso lo que quieres decir?

—Sí.

—Olvidar es algo que se me da muy bien.

Le escuchó suspirar. Las mejillas le ardían sólo de pensar en la carga en la que se había convertido para él.

—Y no es sólo eso —Kirsch se colocó una mano en el pecho—. Estoy prometido y voy a casarme. De modo que…

Mariya sintió un escalofrío.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.