La cara oscura del criminal literario by ?lvaro Parra Pinto

La cara oscura del criminal literario by ?lvaro Parra Pinto

autor:?lvaro Parra Pinto [Desconocido]
La lengua: spa
Format: epub


—Te repito, Jiménez Ure, estás en estupendas condiciones —ratifica Labatero Gómez una vez celebrado el riguroso examen físico—. Estamos listos para comenzar con la prueba.

Con ayuda de ambos galenos, el controvertible escritor pasa a tomar asiento en el aparato, a cuyo lado los galenos han ubicado una laptop encendida que descansa sobre una larga mesa rectangular en la que también fueron colocados una serie de libros, cuadernos y papeles junto a un par de altoparlantes y un micrófono inalámbrico con su respectiva base metálica.

Ocupo en silencio una de las tres sillas de madera ubicadas detrás de la mesa y saco mi cuaderno de notas vibrando con aumentada expectativa.

No tardo en notar que del panel trasero del laptop parten seis cables gruesos conectados al aparato psiconirinductor (cuatro se dirigen directo al casco y los restantes a un panel lateral ubicado en el pesado respaldar del aparato).

—Después tendré que averiguar para qué sirven esas conexiones —pienso tomando la debida nota en mi cuaderno.

Una vez que Alberto termina de recostarse en el acolchonado asiento, lo primero que hace es subir la mirada y observar detenidamente el interior del exótico casco semiesférico que pende amenazante y silencioso sobre su neofrágil cabeza.

—Son of a bitch! ¿Será verdad que no correré riesgo alguno? —cuestiona con manifiesta duda sin desviar su mirada de las profundidades de la metálica boca dispuesta a tragar su conciencia…

—Por supuesto que no, amigo Jiménez —manifiesta sonriente el doctor Maullé quitándole los lentes para colocarlos sobre la mesa a la vez que Labatero Gómez le ajusta una gruesa correa de cuero alrededor de la cintura (similar a los cinturones de seguridad empleados en aeronaves y vehículos automotores).

—Te aseguro que no corres riesgo alguno —certifica el analista venezolano con suma seriedad mientras ambos doctores pasan a sujetar sus muñecas a los brazos del sillón con sendas correas de cuero—. Así que no te preocupes. Intenta relajarte.

—¡Me aprietan las muñecas! —se queja frunciendo el entrecejo——. ¿Realmente hace falta que ustedes me sujeten tan fuertemente?

—Disculpa, las aflojaré un poco —replica Labatero Gómez procediendo de inmediato——. Es sólo una precaución. No queremos que termines levantándote en medio de la sesión. Las consecuencias serían impredecibles… ciertamente desastrosas…

—¿Pero entonces qué hago si me pica la nariz? ¿O si de pronto siento la necesidad de rascarme las bolas en medio de la prueba? —pregunta jocosamente soltando una breve carcajada que libera cierto alivio en la tensa sala.

—Temo informarle que su suerte ya está echada, mon ami —advierte con voz grave y profunda el doctor Maullé levantando maliciosamente una de sus cejas mientras introduce los pies descalzos de su nuevo paciente en sendas botas metálicas soldadas a las patas frontales del asiento—. Dentro de escasos segundos usted ya no dará cuenta de nada. No hay escapatoria.

—¿Cuánto tiempo piensan dejarme atrapado en esta máquina?

—Hemos calculado —interviene Labatero Gómez colocándose detrás de la computadora, cuyas teclas comienza a golpetear febrilmente—, que a lo sumo esta primera sesión durará media hora.

—Amigo Jiménez Ure, en estos momentos es imprescindible que usted mantenga la cabeza erguida



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