La buena lluvia sabe cuando caer by Anchee Min

La buena lluvia sabe cuando caer by Anchee Min

autor:Anchee Min [Min, Anchee]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2012-12-31T23:00:00+00:00


22

Me había pasado la vida siendo un soldado que tenía la misión de acabar con el dolor. Me sentía orgullosa de ser fuerte. Desconectar en cuanto notaba cierta agitación en mi interior era algo que ya hacía con total naturalidad. Guardaba los recuerdos bajo llave y no permitía que en mi corazón hubiera cabida para los sentimientos, pues creía que no podía permitirme ser débil. Me convencía de que no tenía un motivo justificado para quejarme de nada. Había sobrevivido a China y ahora vivía en Estados Unidos, un lugar al que la gente ansiaba llegar aun a riesgo de perder la vida.

Sin embargo, en mi afán por escribir, descubrí que mi alma tenía su propia mente, la cual tomaba derroteros errados mientras yo perseguía un recuerdo que intentaba apresar. Entonces el dolor oculto salía a la superficie y me desarmaba. Cuando sentía como si me hubieran disparado, ordenaba a mi yo soldado que asumiera el control. A oscuras, callada y herida, me veía tendida en el suelo, soportando el dolor mientras sangraba por dentro.

Escribir hacía que me sintiera vulnerable. El soldado que había en mi interior se rendía. No sabía qué hacer.

Seguí escribiendo para mejorar mi inglés y ver si mis recuerdos se convertían en una historia. El proceso fue difícil y desagradable. Primero redactaba el texto en chino y luego lo traducía al inglés. Eso me ayudaba a captar los recuerdos, así como a ejercitar a la traductora que tenía en la cabeza. Mi inglés parecía mejorar, lo cual era importante si aspiraba a conseguir un trabajo de secretaria. Dar con la historia ya me costaba más. Sacaba ideas de algunas de las viejas redacciones que había hecho para la doctora Guenther, además de tener relatos nuevos y muchos que no podían definirse como tales. Al final decidí someter mi revoltijo de escritos a un nuevo estudio independiente con la doctora Guenther y le pedí que me ayudara. La clase individual pasó volando y la doctora tuvo que echarme. Le rogué que me diera más tiempo; ella fue comprensiva conmigo y me concertó una reunión con la señora Watson, colega suya. Ambas me hicieron muchísimas preguntas sobre mis personajes, y se mostraron interesadas en saber cómo continuaba la historia, lo cual me dio ánimos.

Antes de que quisiera darme cuenta de lo que ocurría, me vi incapaz de huir de mis recuerdos. Podía estar escuchando a un profesor en medio de una conferencia sobre arte contemporáneo estadounidense y verme al mismo tiempo cargada con cincuenta kilos de estiércol de camino al arrozal. Viajando a bordo de un tren rápido de Chicago, oía retumbar tambores chinos junto con voces que gritaban consignas de la Revolución Cultural. Los recuerdos inundaban mi mente y dominaban mis horas de vigilia e incluso mis sueños. Me puse a escribir como una loca. Tanto daba que fuera de día o de noche. Qigu huyó al piso de abajo. Dormía en el pasillo, que cerramos para utilizarlo como una habitación más. Allí hacía un frío que pelaba, pero por lo menos estaba tranquilo.



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