La biblia de barro by Julia Navarro

La biblia de barro by Julia Navarro

autor:Julia Navarro [Navarro, Julia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2005-04-23T00:00:00+00:00


* * *

Deborah les recibió con cara de pocos amigos. Bruno estaba tenso; se notaba que había discutido con su mujer.

—Es una cabezota, no entiende lo que hacemos.

—¿Sabe lo que estamos haciendo? —preguntó Hans preocupado.

—No, lo que queremos hacer no lo sabe, pero sí que le hemos encontrado. Es mi mujer… —se disculpó Bruno.

—Yo también se lo habría dicho a la mía —le consoló Carlo.

—Y yo a la mía, así que no te preocupes —dijo Hans.

Cuando Deborah entró en el salón con una bandeja con café volvió a mirarles con resentimiento.

—Deborah, déjanos, tenemos que hablar —le pidió Bruno.

—Sí, os dejaré, pero antes quiero que me escuchéis. Yo sufrí tanto como vosotros, también viví en el infierno, perdí a mis padres, a mis tíos, a mis amigos. Soy una superviviente, como vosotros. Dios quiso que me salvara y gracias le doy por ello. Durante toda mi vida he rezado para que el odio y el resentimiento no me pudrieran el alma. No ha sido fácil, ni siquiera diré que lo he conseguido. Pero lo que sí sé es que no podemos tomar la venganza con nuestras propias manos porque eso nos convierte en asesinos. Hay tribunales de justicia aquí, en Alemania, en toda Europa. Podríais iniciar un proceso. Ha de ser la justicia quien haga justicia. ¿En qué os convertiréis si mandáis asesinar a un hombre y a su familia?

—Nadie ha dicho que vayamos a asesinarle —respondió muy serio Bruno.

—Os conozco, te conozco. Lleváis toda la vida esperando este momento. Os habéis alimentado mutuamente la sed de venganza por aquel juramento que os hicisteis cuando erais niños. Ninguno de vosotros tiene el valor de dar marcha atrás de aquel juramento. Dios no os perdonará.

—Ojo por ojo, diente por diente —replicó Hans.

—Ya veo que es inútil hablar con vosotros —dijo Deborah saliendo del salón.

Los tres hombres se quedaron en silencio durante un minuto. Luego Carlo les relató detalladamente su pelea con Mercedes. Acordaron que Bruno la llamaría, sería el último en intentarlo.

—Pero no suspenderemos la operación —insistió Bruno.

—Si no lo hacemos, deberíamos informar a Tom Martin de la situación… —sugirió Hans.

—Podrías ir a verle y explicarle lo que pasa, pero antes debemos esperar a ver si Bruno tiene suerte con Mercedes; yo no he sido capaz de convencerla, quizá debería de haberme quedado…

—Vamos, Carlo, hiciste lo que pudiste —le consoló Bruno—. Sabemos cómo es Mercedes. Tengo menos posibilidades de convencerla que tú, no nos lamentemos.

—Es increíble lo testaruda que es… Quizá si fuéramos los tres a verla… —propuso Hans.

—No serviría de nada —fue la respuesta tajante de Bruno.

—Entonces, llámala ahora; esperaremos a que hables con ella y luego veremos qué hacer —fue la respuesta de Carlo.

Bruno se levantó y salió del salón para ir a su estudio. Prefería hablar con Mercedes lejos de los oídos de Deborah.

Mercedes estaba en su despacho. Bruno notó un deje de ansia en su voz.

—Bruno, ¿eres tú?

—Sí, Mercedes, soy yo.

—Estoy hecha polvo.

—Nosotros también.

—Quiero que me entendáis.

—No, no quieres que te entendamos. Lo que nos pides es que seamos tus comparsas.



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