La berrea by Alfonso Ussía

La berrea by Alfonso Ussía

autor:Alfonso Ussía [Ussía, Alfonso]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor, Sátira
editor: ePubLibre
publicado: 2016-05-01T00:00:00+00:00


—Muchas gracias. Me alegro de verle. Quería pedirle permiso para invitar un par de días a Agneska, mi novia.

—Permiso concedido. La berrea, ¿no es así?

—La berrea, señor.

Retomo la canción. Un nudo en la garganta cuando recuerdo la escena. Las costas de Cádiz separándose del barco rumbo a las Antillas. Miroslav me sigue conduciendo el Range. Todo menos toparme de nuevo con el venado celoso. Me cruzo con Stanislav.

—Buenos días, desagradecido.

—Yo, avergonzado, señor.

—Ningún problema, Stanislav. La vida manda. Los jóvenes sois los dueños del mundo.

—Yo, mala conciencia, señor.

—Me has herido, pero la herida es dulce, casi agradecida. Además, que tengo derechos sobre ella. Te devolveré los cuernos, Stanislav.

—Ya me ha contado berrea en su despacho.

—Pues ya estás advertido. ¿Cómo se grita en Serbia cuando uno desahoga la alegría?

—En Serbia se grita «Hiajet, hiajet!».

—Pues eso, Stanislav. Hiajet, hiajet!

He puesto en su sitio a este levantador de mujeres. Miroslav no le dirige la palabra. Atravieso la esquina de la dehesa y desciendo hacia el Guadalmecín, que apenas trae agua. Un verano seco y terrible y dos tormentas que se han tragado todo lo que del cielo caía. Ha verdeado un poco, pero nada comparado con pasados otoños. Tengo perdices a manta. Una sinfonía de alas fuertes y repiqueteadoras. De joven me encantaba tirarlas, pero he perdido el gusto. Solo me gusta el pelo. En las mujeres y en las reses.

La cuesta hacia el pinar no es larga, pero sí pindia. Me subo al coche. Miroslav lleva preparado su rifle del 3006. Donde pone el ojo, pone la bala.

—Miroslav, ¿mataste a muchos en vuestra guerra?

—Exclusivamente a los imprescindibles, señor. Pero mi alta condecoración me la concedieron por derribar un helicóptero holandés de un disparo. Dañé el rotor de la hélice y el helicóptero se precipitó contra el suelo. Afortunadamente, ninguna víctima mortal, porque no explosionó. Me ocupé de los heridos, y años más tarde también me condecoró el Gobierno holandés. Son raros, los holandeses, señor. Les tiras un helicóptero y te condecoran. Hiajet!

—Algo se mueve entre los pinos, Miroslav.

—Méndez el guarda, señor. Está de berrea con la mujer del guarda Floriano.

—¿Y Floriano?

—Ayer berreó con la mujer de Méndez. No podemos perder el tiempo en pasiones de guardería. Allá ellos, señor.

Cambio de rumbo. No es agradable acudir a un pinar y sorprender a uno de tus guardas en plena berrea con la mujer de otro de los guardas. Stanislav me levanta a Carmela. Méndez se zumba a la mujer de Floriano. Floriano a la de Méndez, Modesto a Dorotheus… Aquí el único serio es Sánchez.

—Sánchez es el más serio, Miroslav.

—Nada serio. Sánchez es soltero. Berrea con la nueva farmacéutica, Nieves, la granadina.

—Muy guapa mujer.

—Loca por Sánchez.

—Esto se parece cada día más a una telenovela, Miroslav.

—Y como se dice en Serbia, rondsky lagá icic morenic, que en español significa literalmente «y lo que te rondaré, morena».

—Curiosa coincidencia.

—Sorpresas de la vida, señor.

Es mi deber advertirle a don Práxedes de la galerna que se avecina. Todos son fieles creyentes, y antes o después confesarán sus pecados.

—Miroslav, la berrea de este año está siendo muy volcánica.



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