La artesana del vidrio by Petra Durst-Benning

La artesana del vidrio by Petra Durst-Benning

autor:Petra Durst-Benning [Durst-Benning, Petra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1999-12-31T16:00:00+00:00


38

Peter insistió en acompañar a Johanna el primer día de trabajo después de Navidad, al menos hasta el lugar donde la esperaba el fabricante de pizarrines. La saludó a la puerta de su casa, bien arropada con chaqueta y chal. Cuando partieron hacia Sonneberg aún era de noche. Caminaron juntos por las tranquilas calles. La nieve estaba tan congelada que a cada paso se partían afilados pedacitos de hielo.

Johanna se envolvió el chal con más fuerza alrededor de la cabeza.

—¿Sabes lo que me dijo hace poco uno de los clientes de Strobel? «Tengo la impresión de que los de Turingia solo conocéis dos estaciones: el invierno y el frío invierno». ¡Cómo dio ese hombre en el clavo a pesar de que solo pasa por aquí cada dos o tres meses como viajante que es! —Pequeñas nubecillas blancas acompañaron sus palabras.

Poco después, Johanna se detuvo y giró la cabeza hacia su pueblo. Desde primera hora de la mañana las llamas de los mecheros Bunsen en las ventanas de las casas calentaban la noche gélida. Pequeñas luces titilantes, más claras que cualquier antorcha o lámpara, cargadas de fascinación y de fuerza. Como luciérnagas.

—¿Habrá en alguna otra parte del mundo otro pueblo que viva casi exclusivamente del soplado del vidrio? —A Johanna le brillaban los ojos.

—Yo no lo conozco. Creo que en ese sentido, Lauscha es único.

—La visión siempre se apodera de mí de nuevo —le confesó—. ¡Cuando pienso que una familia se congrega alrededor de una llama! Que todos juntos trabajen en un encargo es ciertamente un hermoso pensamiento, ¿no crees?

El corazón de Peter dio un brinco involuntario. ¿No desprendían una pizca de nostalgia sus palabras? ¿No preferiría quizá dar media vuelta pero era demasiado orgullosa para admitirlo? Lo intentó de nuevo.

—¿Estás segura de que quieres seguir trabajando con Strobel en el nuevo año? —Peter, más que ver la mirada de incomprensión de ella, la intuyó.

—¡Pues claro que sí! ¿Quién sino yo lo representaría durante sus ausencias? ¿A qué viene esa pregunta?

Ahora el que se detuvo fue él.

—No te comportes como si mi pregunta fuera completamente absurda. Maldita sea, no me gusta nada que te relaciones con ese… bicho raro. Que no es normal, lo ha demostrado a más tardar su regalo, ¿no? —El simple hecho de recordarlo le enfurecía.

Johanna había abierto el regalo de Strobel sin el menor recelo, mientras Marie y Ruth atisbaban curiosas por encima de su hombro. Y luego sintió una repentina conmoción a la vista de las atroces ilustraciones. El repulsivo libro de Strobel había aniquilado de golpe su alegría, el resto de la Nochebuena lo habían pasado con una desenvoltura forzada.

Johanna le tiró de la manga, obligándolo a caminar de nuevo.

—Oye, no te alteres tanto. Que es un bicho raro, ya lo sé. La única explicación que se me ocurre es que él no miró antes ese libro. A lo mejor se lo regalaron y él me lo ha regalado a mí. Eso sería muy típico de él, no es la primera vez que me regala una pieza de muestra que ya no le sirve.



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