La Última Salida by Patricia A. Jackson

La Última Salida by Patricia A. Jackson

autor:Patricia A. Jackson
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Libros Star Wars


—¿Y entonces?

—Y entonces me aburrí. Supongo que no estaba destinado a serlo.

—Pasamos casi toda nuestra vida buscando el papel adecuado que marcará el final de nuestra existencia con algún momento de gloria, ignorando el hecho de que la fama y la reputación no son más que meros perfumes de la virtud. Nunca duran.

—¿Eso es otra frase de teatro? —bromeó Ross.

—La actuación se aprende de forma profunda en la naturaleza humana y por eso me obsesionó tanto; pero conforme mejoró mi intelecto, mi moral fracasó y me convertí en aquello mismo que más despreciaba.

—¿Y qué era eso?

—Humano. Yo no era un rey, ni un héroe, ni un dios. Sólo un hombre atrapado en la pasión de la obra teatral.

—¿Y qué ocurrirá ahora? —tanteó Ross.

—Mi vida ha sido un drama continuo —susurró Brandl—, una tragedia, me temo. Y he tropezado a través de ella, escena tras escena, acto tras acto, como un novato aterrorizado. Esta noche, la Fortuna me reclama para la última salida. Ya no puedo vivir en la mentira.

—Va a regresar junto al Emperador, ¿no? ¿Después de lo que le ha hecho?

—No hacía más que apuntar en una dirección general. Fui yo quien decidió ir y hacer su voluntad.

—¿Y su familia? ¿Su hijo? ¿Y si el Emperador se enterara?

—Se lo aseguro; ningún mal habrá de sucederles. —Eufórico, suspiró—: Estarán a salvo.

Ross le creyó. Había una certeza alrededor del Jedi que iba más allá de las siniestras sombras que habían mantenido una vez a los dos hombres en pugna entre sí. Pero la conciencia del contrabandistas exigía un poco más de seguridad.

—¿Cómo puede estar tan seguro?

—Nunca he estado más seguro en mi vida. —Colocando un chit de crédito en la mano del contrabandista, cerró los dedos de Ross sobre él. Ross notó otro objeto en la mano de Brandl, uno que el Jedi trató de ocultar cuando juntó las manos sobre él—. El chit es el resto de lo que le debo y la cuota obligatoria del Emperador por la captura de un renegado peligroso. —Sonrió malévolamente, divertido por su propio sarcasmo.

Deslizando el chit en el bolsillo de su guardapolvos, Ross advirtió la forma esférica y metálica debajo de las manos de Brandl, y se fijó en la áspera mancha grabada por el ácido en el explosivo donde los marcadores del número de serie habían sido eliminados. Abriendo los ojos como platos ante la revelación, se quedó mirando el rostro tranquilo de Brandl.

—Considere todas las deudas pagadas —susurró el Jedi. Girando bruscamente sobre sus talones, se retiró en el pasillo del hangar con la escolta a remolque.

Ross se apresuró a subir la rampa, y selló la escotilla del pasillo a toda prisa.

—¡Kierra! —siseó, corriendo por el túnel de acceso a la cabina de vuelo—. ¡Kierra, despierta!

—¡¿Qué quieres decir con despierta?! —exclamó ella—. Los motores han estado en línea y esperando desde hace una hora. Incluso conseguí colocar una de las bobinas iónicas en su sitio golpeando la carcasa de escudo. —Resopló, creando una especie de hipo errático en el comunicador—. ¿Qué



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