Kylma. Ojos de Jade, vol. 3 by F. J. Sanz

Kylma. Ojos de Jade, vol. 3 by F. J. Sanz

autor:F. J. Sanz
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ojos de Jade, Kylma, Aekhan, Dyreah, ebook, libro, book, novela, novel, Ciencia Ficción, Science Fiction, Fantasia, Fantasy, Literatura Fantastica, Fantastic Literature, Épica, Epic, elfo, elfa, elf, elfos, elfas, elves, hykar
ISBN: 978-84-695-9637-1
editor: F. J. Sanz
publicado: 2010-01-01T00:00:00+00:00


16

Despedida

Bosques del Norte, año 249 D.N.C.

Kyallard apoyó la mano sobre el hombro de la semielfa.

—Si hay algo más que pueda hacer…

Dyreah permanecía sentada sobre las mantas que arropaban a su compañera. La postura de su espalda era forzada, la cabeza caída hacia adelante, la mirada escondida. Retenía una de las pequeñas manos de Nya entre las suyas, sobre su regazo, prodigándola besos y caricias, incapaz de interrumpir su contacto, ni durante el tiempo que la sacerdotisa elfa demandó para verter sus dones sobre ella.

Faiss había practicado su Arte, pedido el favor divino e impuesto su toque sanador, rogando por la salvación de la muchacha. Anaivih respondió a su llamada, y de las yemas de sus dedos manó un suave resplandor plateado que causó que la piel de Ravnya se impregnara de un mágico rubor y que las esperanzas de la semielfa renacieran. Pero nada más ocurrió.

La elfa nuiyan cerró sus ojos de color malva, y pese a la expectante espera de Dyreah, todo había acabado.

—Lo que podía hacerse ya ha sido hecho —musitó la sacerdotisa tras abrir de nuevo sus ojos, la mirada perdida más allá de las fronteras de este mundo—. Que la Diosa la guarde.

Dyreah quiso gritar que no, que no era posible, que no podía terminar así, que mientras el corazón palpitara en su pecho, por muy lentamente que latiera, siempre se podría hacer algo más. Sin embargo, rompió a llorar. Todo el pesar que albergaba en su cuerpo, todas las lágrimas que alguna vez había reprimido, todo su dolor contenido, estalló en un desbordado torrente de rabiosos sollozos que provocó que hasta a los mismísimos árboles del bosque se estremecieran y la acompañasen en su lamento.

Los miembros de la compañía se paseaban nerviosos por el campamento. Respetaban el sufrimiento de la semielfa y su angustia ante la inminente pérdida de un ser querido, pero era mucho más lo que estaba en juego. El peligro era muy real, y tomar riesgos innecesarios algo inaceptable. Aunque nadie pronunciara las palabras, la idea estaba muy presente en el pensamiento de todos: si la muchacha despertaba convertida en un wampyr, tendrían que poner fin a su existencia.

Con gestos y miradas cargados de evidente significado, así se lo comunicaron a su líder. Cuando Kyallard se acercó a Dyreah para solidarizarse en su desdicha y pronunció aquel ambiguo ofrecimiento, el sentido de sus palabras iba mucho más allá.

El hykar dio un respingo en el momento en que una de las garras de la semielfa atrapó la mano que él había posado sobre su hombro.

—Lo hay.

Kyallard experimentó un instante de alarma, temiéndose lo peor, pero le bastó echar un vistazo a la implorante mirada de Dyreah para descartar sus miedos.

—Habla ahora, muchacha, y si está entre mis posibilidades poder cumplirlo, te juro que lo haré.

La semielfa asintió, agradecida, y se incorporó para quedar frente al hykar. Una vez en pie, Dyreah aventajaba sobradamente la estatura del cabecilla, por lo que tuvo que inclinarse para mirarlo a los ojos.

—He notado la preocupación de los



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