Kamchatka by Marcelo Figueras

Kamchatka by Marcelo Figueras

autor:Marcelo Figueras [Figueras, Marcelo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2003-04-22T16:00:00+00:00


48. Una canción trunca

También oímos desde niños, pero necesitamos aprender a escuchar.

Mi experiencia como tripulante de placares me preparó tempranamente para valorar los sonidos. Percibí pronto con cuánta facilidad me engañaba al registrar un ruido determinado y determinar su procedencia; con sorpresa, descubría que lo que me había parecido el rasgueo de las patas de un insecto contra la madera era en verdad el ruido de mi madre al barrer, y que por supuesto no provenía del interior del placard, como había creído con convicción, sino de la distante cocina.

Lo que oímos depende de la agudeza de la audición, y es mensurable por una serie de tests que resultan en números comunes a todos. Lo que comprendemos, en cambio, depende de nuestra forma de escuchar, que es siempre personal e intransferible. Escuchamos desde la experiencia, desde el temor y el deseo, desde lo más profundo del inconsciente. Y escuchamos desde el lenguaje, que es común a todos los que participan de él pero es, también, un lenguaje privado: si son cinco millones los que hablan en español, significa que hay cinco millones de versiones personales de español, con su propio vocabulario, estructuras, errores y silencios; cualquier monólogo identifica a su autor con la precisión de las huellas digitales.

En pocos lugares quedan tan claras las triquiñuelas de la percepción como en la letra de las canciones. Envueltas por la música, las palabras bailan. A veces se rinden en nuestros brazos y a veces se alejan para dar un giro, dejándonos con la mano extendida. Y entonces entendemos no ya lo que dicen, sino lo que imaginamos. Uno de mis compañeros del San Roque, el petiso Rigou, se reía solo en cada misa, al llegar el mismo punto de la misma canción, porque no oía el verso por nosotros Él se dio, que subrayaba la voluntad de sacrificio de Jesús, sino por nosotros Él cedió, lo cual le pintaba a Jesús viniéndose en banda con cruz y todo. Otra, que decía el hoy nos llama, nos parecía escrita para subrayar la función de Eloy, nuestro preceptor. Y las canciones patrióticas funcionaban como un Rorschach de cada cantante. Ottone, que era grandote y ya fumaba en los baños, cantaba a los gritos con valor, Subín culos rompió, sin que la identidad del misterioso Subín le produjese curiosidad alguna y por ende sin enterarse de que el verso original decía con valor sus vínculos rompió.

El Enano era virgen en materia de historia argentina. Tenía apenas una vaga idea de quiénes eran Sarmiento (el pelado), San Martín (el narigón) y Belgrano (el que usa calzas), y no estaba en condiciones de recordar versos de canciones patrias como aquel que dice el áureo rostro imita. Pero percibía la energía de las marchas y los himnos, que le encantaban aunque no entendiese nada de lo que decían. Le ocurre a gente más grande: en Gilda, la película de Rita Hayworth que transcurre en un casino argentino, la turba que celebra el fin de la Segunda Guerra rompe



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