Jamás te cruces con un vampiro by Stuart M. Kaminsky

Jamás te cruces con un vampiro by Stuart M. Kaminsky

autor:Stuart M. Kaminsky [Kaminsky, Stuart M.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1979-12-31T16:00:00+00:00


* * *

El sitio que buscaba estaba junto al Bulevar Jefferson y el apartamento que quería encontrar resaltaba claramente por su falta de nombre. Tenía algunas cartas en el buzón pero no pude ver a quién iban dirigidas, probablemente pondría «inquilino». Llamé al timbre y no obtuve respuesta. Entonces llamé al timbre que ponía Leo Rouse: administrador. Un repiqueteo cercano me indicó que el apartamento de Leo Rouse estaba en la planta baja, y cuando se abrió la puerta pude confirmar mi brillante deducción.

Rose tendría unos sesenta años, tenía un enorme estómago y el mismo número de dientes que de cabellos, unos seis. Llevaba un mono y una camisa de franela y masticaba algo ferozmente.

—¿Leo Rouse? —le pregunté a través de la puerta interior de cristal, que estaba cerrada.

—¿Sí? —dijo.

—Quisiera hablar con usted. —Abrí la cartera y le enseñé una tarjeta. Abrió la puerta pero no se retiró para dejarme pasar.

—Señor Rouse, me llamo Booth, Lorne Booth, del Banco Nacional de California.

—La tarjeta dice que se llama Lennings de Exterminadores de chinches —dijo con recelo.

Me eché a reír.

—Lennings me dio esta mañana esa tarjeta. Están haciendo un estudio sobre un complejo de apartamentos en los que estoy interesado en Van Nuys.

Rouse levantó la cabeza y siguió masticando. Calculé que tardaría de seis a doce horas en poder digerir cualquier tipo de carne por el ritmo con que masticaba y la resignación con que parecía hacerlo.

—Lo que estoy haciendo —dije rápidamente— es comprobar la garantía de crédito de dos cuentacorrentistas que van a recibir, o que por lo menos han solicitado un pequeño préstamo financiero. Da la casualidad que los dos residen en este edificio.

—¿Quiénes? —dijo.

—Long en el primer piso y, como se llame, en el apartamento 26. En mis anotaciones tengo la dirección y el apartamento, pero a la señora Ontiveros se le olvidó ponerme el nombre. Está muy preocupada porque su hermano Sid se ha alistado en el Ejército y…

—¿Qué quiere? —dijo Rouse.

—¿Cuánto tiempo lleva Long viviendo en este edificio?

—Tres o cuatro años. Ese no tiene dinero para invertir. No puede ni pagar el alquiler.

—Bueno es saberlo —dije—. Ese es el tipo de información que necesito. Ahora sobre el 26. ¿Este…?

—Señor y señora Offen —añadió—. No sé nada de ellos.

—¿Cuánto tiempo llevan viviendo aquí? —pregunté con cierta seriedad.

—Tres meses, pero no viven aquí, solo alquilaron el piso. Casi nunca duermen aquí. Apenas se dejan ver.

—No parece que sean los Offen que solicitaron el préstamo —dije, extrañado—. ¿Podría describírmelos?

—Ella es un poco más joven que usted. A algunos les parecerá guapa y elegante, yo diría más bien cursi. A él nunca le he visto. Ella es la que paga el alquiler. Están justo encima de mí. De vez en cuando oigo su voz y la de otro tipo.

—Esto me preocupa —dije apoyándome en la pared y echándome el sombrero hacia atrás—. Le diré la verdad, señor Rouse, veo que es usted un hombre en el que se puede confiar. Yo había aprobado este crédito, de primera intención, y mi carrera puede estar en peligro si cometo una equivocación.



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