Indies, hipsters y gafapastas by Víctor Lenore

Indies, hipsters y gafapastas by Víctor Lenore

autor:Víctor Lenore [Lenore, Víctor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Música, Política
ISBN: 9788494367649
editor: Capitán Swing
publicado: 2015-02-10T23:00:00+00:00


Texturas de cortinas, texturas de electrónica

En realidad, el consumismo no solo tiene que ver con gastar mucho o poco dinero, sino con la forma en que nos definimos por nuestras preferencias: la música que escuchamos, el tipo de películas que vemos, la clase de público que nos molesta encontrarnos en nuestro festival favorito. Me encantaría tener un contador de tiempo para saber cuántos años de mi vida me he perdido discutiendo cuestiones estéticas. Muchas veces me recuerdo como una de esas señoras burguesas que se pasan la vida hablando sobre «elegancia», «exquisitez» y «buen gusto». No hay tanta diferencia entre teorizar sobre los timbres, frecuencias y texturas de grupos modernos tipo Mouse On Mars y comentar con las amigas un catálogo de cortinas y manteles. Todo a nuestro alrededor está diseñado para que nuestros gustos, casi siempre mediados por las compras, sean nuestra principal seña de identidad, que sirve para sentirnos por encima de los demás.

Estos mecanismo de distinción se aprecian muy claramente en el ocio nocturno. En junio de 2013, el suplemento Cultura/s de La Vanguardia celebró con una portada el veinte aniversario del Sónar, festival de música electrónica de Barcelona. El texto desplegaba una visión elitista, que venía a decir que antes de que llegaran a nuestro país discotecas chic como el Nitsa o festivales como Sónar, no existía verdadera cultura de clubes. Alguna frase es muy explícita: «Tampoco se nos escapa que en España la música electrónica ha venido marcada históricamente por el concepto de la fiesta (la cursiva es suya) más que por el artístico y cultural». Traducido: si un universitario de clase media escucha techno en un club caro de diseño, estamos ante un acto cultural, pero si un reponedor de Ahorramás se acerca a un polígono a bailar algo parecido solamente es diversión descerebrada. Igual los dos chicos del ejemplo han ido a escuchar al mismo discjockey, pongamos Jeff Mills, Laurent Garnier o Dave Clarke. Pero no es lo mismo: nos negamos a admitir que una sesión rodeado de albañiles tenga el mismo valor cultural que otra donde bailas entre estilistas, diseñadores gráficos y community managers. La creación de una cultura pop premium (más cara, estirada y con los medios de comunicación de su parte) funciona como herramienta para legitimar el clasismo. El Sónar es un festival pijo de Barcelona, lo cual siempre da derecho al triple de atención mediática que a Monegros, que se celebra en Huesca y suele atraer público de clase trabajadora.

Tengo pocas dudas de que el periodo de mayor experimentación de la música popular en España fue el Sonido Valencia, estigmatizado durante años con la etiqueta «ruta del bakalao». Justo después del franquismo, las discotecas de Levante se convirtieron en un laboratorio de investigación sonora y de relaciones sociales, adelantándose a la explosión de la cultura rave en Inglaterra. Durante 72 horas a la semana, se disolvían las barreras entre clases y se podía vivir un ocio más silvestre e igualitario (hasta entonces, este tipo de juerga desatada había sido terreno exclusivo de los señoritos).



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