Imprimatur by Rita Monaldi y Francesco Sorti

Imprimatur by Rita Monaldi y Francesco Sorti

autor:Rita Monaldi y Francesco Sorti [Monardi, Rita y Scorti, Francesco]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: BestSeller
ISBN: 9788478889198
publicado: 2010-01-15T23:00:00+00:00


Los despachos del mundo de esta semana los enviará Júpiter como rector de la casa real, que por hal arse en la Tercera casa muchos correos manda, tal vez por enfermedad de un dominante, quien ha de dejar en lágrimas un Reino.

De modo que a finales de julio debería haber muerto un soberano. No tenía noticias de ningún hecho así, por lo que me alegré de la l egada de Cristofano: se lo preguntaría a él. Pero Cristofano no sabía nada. Una vez más se preguntó, y me preguntó, de dónde me venían preocupaciones tan alejadas de nuestros casos presentes: primero la astrología, luego los destinos de los soberanos. Gracias a Dios, había escondido rápidamente bajo mi jergón la gaceta astrológica. Estaba satisfecho de haber descubierto una inexactitud, y no poco relevante, en los presagios demasiado precisos de la gaceta. Un vaticinio no se había confirmado: eso demostraba que las estrel as no eran infalibles. Lancé secretamente un suspiro de alivio.

Cristofano, entre tanto, escrutaba con interés mis ojeras. Me dijo que la juventud era una etapa muy feliz de la vida humana, pues hacía brotar todas las fuerzas del alma y el cuerpo. Empero, añadió con énfasis, de tan repentino y a veces desordenado florecimiento no hay que abusar, disipando las nuevas y casi incontrolables energías. Y mientras me palpaba preocupado las bolsas bajo los ojos, me recordaba que la disipación era, además, un acto pecaminoso, como el comercio con las mujeres de mala vida (y con la cabeza señaló hacia arriba, donde estaba la torreta de Cloridia), que podía, entre otras cosas, provocar el mal francés. Él lo sabía perfectamente, pues había tenido que curar a muchos con sus acreditados remedios, como el ungüento magno y el palo santo. Y, sin embargo, para la salud era quizá menos nefasto aquel comercio que la solitaria disipación.

—Disculpadme —dije por desviarlo del espinoso tema—, tengo otra curiosidad. ¿Por casualidad sabéis qué enfermedades pueden padecer las ratas?

Cristofano se echó a reír.

—No me digas más, ya me imagino lo que ha pasado. Alguno de los huéspedes te ha preguntado si en la posada hay ratas, ¿no es cierto? —Me limité a sonreír vagamente, sin afirmar ni negar—. Pues bien, yo te pregunto: ¿hay ratas en la posada?

—Dios santo, no, siempre he limpiado todos los rincones con el mayor esmero...

—Lo sé, lo sé. En caso contrario, o sea, si hubiese encontrado alguna rata muerta, yo mismo habría puesto a todos en guardia.

—¿Y por qué?

—Pero, mi pobre chico, las ratas son las primeras apestadas: Hipócrates aconsejaba no tocarlas, y lo siguieron Aristóteles, Plinio y Avicena. El geógrafo Estrabón refiere que, en la época romana, la aparición de ratas enfermas en las cal es era interpretada como el funesto preludio de una epidemia, y recuerda que en Italia y España se concedían premios a los que mataban más. En el Antiguo Testamento, los filisteos, atormentados por una terrible pestilencia que atacaba el trasero, haciendo salir del ano los intestinos putrefactos, notaron que los campos y las aldeas estaban siendo invadidos por ratas.



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