Imperio by Steven Saylor

Imperio by Steven Saylor

autor:Steven Saylor [Saylor, Steven]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2010-01-01T05:00:00+00:00


Epafrodito envió un mensajero para informar a Vitelio del fallecimiento. Asiático se desplazó hasta allí para confirmar la noticia. Y marchó furioso. Los pretorianos que habían estado montando guardia en la entrada de los aposentos de Epafrodito se retiraron.

Al día siguiente, el banquete ciudadano en honor a Nerón se celebró tal y como estaba programado. Incluso sin la presentación de la obra de Vitelio, los invitados a su banquete quedaron impresionados. Durante muchos días, el Escudo de Minerva se convirtió en la comidilla de la ciudad… hasta que llegó la noticia de que las tropas que Vitelio tenía desplazadas en el norte habían sido aniquiladas y las fuerzas de Vespasiano marchaban hacia Roma sin encontrar oposición.

Desde la terraza de las dependencias de Epafrodito, Lucio observo y escuchó señales de pánico en el interior de la Domus Áurea. Diversos residentes que el emperador había instalado allí —amigos, parientes, seguidores, aduladores— estaban reuniendo apresuradamente todos los objetos preciosos que podían y preparándose para la huida.

Epafrodito se sumó a Lucio en la terraza.

—Vitelio está preparando un discurso de abdicación. Acaba de enviarme un mensajero para que le ayude a preparar un borrador.

—¿Y lo harás?

—He enviado de vuelta el mensajero sin darle respuesta.

Lucio frunció el entrecejo.

—¿Abdicación? Jamás un emperador ha hecho algo así. Quien se convierte en emperador, muere emperador.

—Nerón se planteó abdicar. Y supongo que es por eso que Vitelio quería mi consejo, aunque mis esfuerzos para ayudar a Nerón a abdicar resultaron inútiles.

Lucio asintió pero no dijo nada. No le había contado a Epafrodito, ni a nadie, lo que Esporo le había confesado.

Escucharon los sonidos típicos de una refriega y miraron por encima del antepecho. En el patio, dos mujeres bien vestidas peleaban por hacerse con un antiguo jarrón griego. El jarrón acabó resbalando y estampándose contra el pavimento. Las mujeres, rabiosas, llegaron a las manos.

—Por lo que se ve —dijo Epafrodito—, Vitelio piensa solicitar un salvoconducto que le permita salir de la ciudad, junto con su mujer y su hijo… y un millón de sestercios de las arcas del tesoro.

—¿Un millón de sestercios? Tan poco… ¡el coste del precioso Escudo de Minerva!

—Los Flavio, los parientes que Vespasiano tiene en la ciudad, asistirán al discurso. Si le dan su aprobación, es posible que tengamos una transición de poder sin derramamiento de sangre.

Debajo de ellos, las mujeres seguían enzarzadas en su pelea, rodando por el suelo. Una de ellas cogió un fragmento del jarrón y le produjo un corte en la mejilla a la otra.

Lucio apartó la vista, mareado al ver la sangre.



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