Ilustrísimos Señores by Albino Luciani

Ilustrísimos Señores by Albino Luciani

autor:Albino Luciani [Luciani, Albino]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 1975-12-31T16:00:00+00:00


Al pintor anónimo del castillo

CUATRO CUADROS DEL VIEJO CASTILLO

Anónimo pintor:

No sé cómo te llamas, pero puedo decirte que esos cuatro cuadros tuyos, colgados en aquella sala angular del viejo castillo, iluminada por pequeñas ventanas góticas, me han gustado. Y, si bien considero que su valor artístico es modesto, no digo lo mismo de su elocuente contenido moral, que me ha hecho meditar.

El primer cuadro representa la infancia. Una barca de vela acaba de dejar el puerto. En medio de la barca hay un niño sentado, contemplando despreocupadamente cómo juegan las olas. Bien puede estar sentado y despreocuparse de todo, porque delante lleva el timón, inconmovible, un ángel y, aunque detrás, a popa, aparece un sombrío personaje, está profundamente dormido y no da señales de que se vaya a despertar.

El segundo cuadro representa la adolescencia. El niño que vimos en el primer cuadro es ya un jovencito que, en pie, desde la barca dirige una mirada de curiosidad hacia inexploradas lontananzas donde imagina existen bellezas infinitas. El timón sigue en manos del ángel, pero las olas se encrespan airadas y el sombrío personaje ha dejado de dormir; su torva mirada nada bueno promete, con esos ojos que ambicionan el timón, dispuestos al asalto.

El tercer cuadro representa la edad madura. Ahora en el barco va un hombre, que lucha denodadamente contra la furia del huracán en una estampa de aquelarre; el cielo está sombrío, sombrío el hombre y el timón en manos del sombrío personaje; el ángel ha sido relegado al fondo.

En el cuarto cuadro es un viejo el que está sentado en la barca. La tempestad se ha aplacado, está a la vista el puerto y el sol dora las olas. Guía el ángel y el sombrío personaje está sólidamente encadenado.

* * *

Estoy de acuerdo contigo, querido pintor, en que nuestra vida es un viaje con un punto de partida y de arribada y nuestros vigésimo, quincuagésimo, y sexagésimo año no son más que un tramo intermedio entre ambos extremos.

Ahora bien, es el caso que, mientras sabemos la distancia que media exactamente desde el punto de partida, desconocemos por completo la distancia a que estamos del punto de llegada. ¿Cuántos años quedan? Conocemos a personas buenísimas expertas en dibujo y mecánica, lengua inglesa y trigonometría, pero ese conocimiento insignificante, ese pequeño detalle de los años que nos faltan, eso nadie lo sabe. Nuestro ánimo, decaído, siente que lo sacude un estremecimiento y exclama: «¡Qué pocos años pueden quedarnos, tal vez sólo unos meses o unos días! ¡Señor, no desperdiciaré ni un solo instante!»

Pero hay otro problema peor. Y es que los puertos de atraque son dos: Paraíso e infierno. Sólo el primero es deseable, pues representa la suerte de las suertes. ¿Llegaremos a él? Este es el problema. Todos los demás problemas, comparados con éste, no son nada. «Fui rico, fui famoso, hice una brillante carrera, mas todo esto no sirve para nada si no logro llegar. ¡Por eso arrumbo a ese bendito primer puerto!»

Sí, estoy de acuerdo contigo en que para ser buenos hemos de luchar, sobre todo en determinados momentos especialmente arduos.



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