Hombre al agua by Javier Reverte

Hombre al agua by Javier Reverte

autor:Javier Reverte [Reverte, Javier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2021-03-01T00:00:00+00:00


Escasos minutos, tres o cuatro, le duró Desi a la carnívora hurgamandera. Ella miró su reloj cuando hubieron concluido la faena.

—Te queda mucho tiempo todavía.

Él tan solo se había desprendido, para la batalla, de los zapatos, los pantalones y los calzoncillos. Se sentó en la cama.

—Con dos minutos tengo de sobra para vestirme.

—¿Y qué hacemos entretanto si estás ya como muerto?

—Charlar —señaló él.

—¿De qué?

—De lo que habla todo quisque: de la vida, ¿de qué ha de ser? Cuéntame: ¿dónde naciste?

—En Miguelturra, Campo de Calatrava.

—¿Y qué haces en Madrid?

—Pues está claro, digo yo. ¿O es que crees que trabajo en unos grandes almacenes y me abro de piernas para atraer clientes a la sección de perfumería?

—¿Y desde cuándo ejerces?

—Desde los catorce, soy una veterana. Empecé en mi pueblo, en la Fiesta de las Hogueras, del mes de diciembre. Allí faenaba con forasteros, en la parte de atrás de la sacristía de la iglesia de la Virgen de la Asunción, a la que le tengo mucha devoción, por cierto. El cura se llevaba una parte de mis beneficios y, de cuando en cuando, se desfogaba conmigo.

—¿Y ahora cuántos años tienes?

—¡Quince, no te jode! Y tú, ¿de dónde eres?

—Nací aquí.

—¿Y qué haces?

—Soy un hombre lleno de dudas.

—¿Cuáles?

—No sé qué rumbo tomar.

—Eso depende de adónde quieras ir.

—No me importa nada en dónde desembocar.

—Entonces, da lo mismo la senda que escojas.

—¿Y si voy a dar a algún sitio en el que termina el camino?

—Pues te das la vuelta y empiezas de nuevo tirando hacia el otro lado.

—¿Y si por ahí no llego a ninguna parte?

—Significa que te has perdido. Pero es mejor continuar que pararse. Ya conoces el dicho: «Cuando un tonto toma una vereda, o se acaba la vereda o se muere el tonto».

—Me siento viejo para nuevas aventuras.

—Yo no te veo envejecido. Sigues siendo un rapidillo, como un joven de veinte.

—¿Qué quieres decir?

—Que sufres de lo que llaman «eyaculación tremebunda», igual que la juventud.

—¿Recibes a jóvenes?

Tiffany no hizo caso. Escueta, advirtió:

—Me aburres. ¿Por qué no te largas ya a la calle? El Diablo aguarda.

Los dos callaron. Desi se vistió despacio, dejando transcurrir el tiempo. Y el tiempo voló. Y justo se abrochaba el cinturón cuando entró el marido de la zorrupia dando un fuerte empujón a la puerta. Ya no sonreía, los colmillos asomaban amenazadores entre sus labios y llevaba en las manos una escopeta recortada que apuntaba a nuestro hombre.

—¡Fuera! —gritó—. ¡O te acribillo el culo con mostacilla!

Salió en estampida Desi, derecho a la glorieta de Embajadores.

Y cayó en la cuenta, ahora, ya de noche, de que era martes y 13.

¡Raro asunto! ¿Por qué nunca lo recordamos, cuando el día cae en jueves 27 o en viernes 28, por poner un par de ejemplos?

«La vida humana es un enigma lleno de símbolos sin sentido». No recordaba quién lo dijo, si Hamlet o Macbeth. Pero les pegaba a los dos. O a ninguno.



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