Histrión del espacio by John Brunner & J. G. Ballard

Histrión del espacio by John Brunner & J. G. Ballard

autor:John Brunner & J. G. Ballard [Brunner, John & Ballard, J. G.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1952-12-31T16:00:00+00:00


XIX

A la entrada del espaciopuerto, dos mozos de cuadra salieron de los establos corriendo, y Ordovic y Landor saltaron de sus monturas, sudando y jadeando.

Con sequedad, Landor arrojó a los hombres su paga y exigió:

—¿Dónde está la nave de Kelab el Conjurador? —Uno de los mozos, un hombre rubio y corpulento, con una cicatriz roja que le iba desde la ceja hasta la barbilla, alzó la fusta y señaló:

—Se encuentra más hacia el este en el espaciopuerto, Ser Landor. Sois Ser Landor, ¿verdad?

Landor asintió con sequedad y se volvió a Tampore y al pelotón de soldados que acababan de entrar con ellos en el patio.

—¡Quedaos fuera de la vista hasta que os llame! Poco podéis hacer contra este mago, pero quizás os necesitemos para transportar su cuerpo.

Tampore saludó y refrenaron sus caballos en oleadas hasta conducirlos después a la galería que daba la vuelta al patio. Ordovic y Landor, las espadas oscilando, caminaron por el patio hasta la húmeda pista de concreto que era propiamente el espaciopuerto.

Sólo había una nave que podía ser la de Kelab… un bajel fino y negro de costados brillantes y húmedos, que recordaban a Ordovic a ciertas naves de la flota pirata con quienes se mezcló en los mundos exteriores. Miró a Landor, pero éste se había retirado en sí mismo y había un azulamiento diminuto en el aire que le rodeaba. Ordovic apartó rápidamente la vista. En el aire se percibía un olor nuevo… un olor de poderes más allá de los humanos.

Cruzaron hasta la esbelta nave y se detuvieron a unos seis metros de la aleta más próxima. Por encima de ellos, en una galería construida a partir del costado, pudieron ver a Kelab arrellanado en su silla, bebiendo.

Ser Landor gritó:

—¡Conjurador!

Kelab dejó su jarro y les miró de reojo y en su rostro oscuro apareció una sonrisa de bienvenida y alzó la mano como saludo.

—¡La mejor de las mañanas para vosotros, Ordovic y Landor! Venís temprano a traerme estos mil círculos.

—No traemos ningún dinero, traidor —contestó Landor con aspereza—. ¿Qué has hecho de la princesa Sharla?

Kelab alzó las cejas.

—¿Yo? No he hecho nada con ninguna princesa.

—¡Embustero! —le acusó con fiereza Ordovic—. Quién más que tú pudo robarla del Castillo de los Reyes.

—¡Baja, Conjurador! —llamó Landor—. ¡Baja de esa nave!

Intranquilo por primera vez, Kelab contestó con una pizca de recelo:

—No.

—¡Baja! —ordenó Landor con un grito, y el azulado del aire en su torno se hizo más fuerte. Kelab frunció las cejas y entró dentro. Ordovic miró a Landor con nuevo respeto y una fresca esperanza se alzó en él. Le había parecido inútil enfrentarse a un Conjurador como aquél, pero quizás Landor sabía lo que se hacía después de todo.

Era un enigma, Landor. Desde la oscuridad a Gran Señor Chambelán del Imperio de un paso. Guía para Sharla, sin embargo desconocido. Un hombre que, en cuanto a él y Sharla sabían, e incluso ante el Imperio, había salido de la nada en Loudor tres meses atrás, después, según afirmaba, de una búsqueda de dos meses intentando encontrar a Sharla.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.