Historias de la Historia 4 by Carlos Fisas

Historias de la Historia 4 by Carlos Fisas

autor:Carlos Fisas [Fisas, Carlos]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1985-12-31T16:00:00+00:00


SONETO

Si eres campana, ¿dónde está el badajo?

Si pirámide andante, vete a Egipto;

Si peonza al revés, trae sobre escrito;

Si pan de azúcar, en Motril te encajo;

Si chapitel, ¿qué haces acá abajo?

Si de disciplinante mal contrito

eres el cucurucho y el delito,

llámente los cipreses arrentajo.

Si eres punzón, ¿por qué el estuche dejas?

Si cubilete, saca el testimonio.

Si eres coroza, encájate en las viejas.

Si burda visión, de san Antonio,

llámate doña embudo con guedejas;

si mujer, da esas faldas al demonio.

Opinase, como hemos dicho, que de España pasó esta moda a Francia, en donde, a pesar de que se declamó igualmente mucho contra de ella, se propagó extraordinariamente a principios del siglo último.

Llamábanse también a los verdugados, vertugadins en francés, cuyo nombre cambiaron después por el de paniers, por parecerse mucho a las canastas en forma de polleras.

Había diferentes especies de paniers, a la gourgandina, a la boute-en-train, a la culbute, etc.

Publicáronse varias críticas ridiculizando esta moda, y entre ellas una estampa en 1735, figurando un puesto o tienda al aire libre en el que está vendiendo y alquilando paniers una supuesta Margot; y dice que las primeras que acudieron a usarlos y a propagar esta moda fueron las aguadoras o conductoras de agua, las vendedoras de tisanas y otras tales.

En tiempo de nuestro Felipe V, por pregón hecho en Madrid en 13 de abril de 1639, se dispuso que:

«Ninguna mujer de cualquier estado y calidad que sea, pueda traer ni traiga guardainfante, ni otro instrumento o traje semejante, excepto las mujeres que con licencia de las justicias públicamente son malas de sus personas, y ganan por ello; a las cuales solamente se les permite el uso de los guardainfantes, para que los puedan traer libremente y sin pena alguna; prohibiéndolos, como se prohíben, a todas las demás para que no les puedan traer».

Y luego continúa:

«Y así mismo, se ordena y manda que ninguna basquina pueda exceder de ocho varas de seda, y al respecto de las que no fueran de seda, no tener más que cuatro varas de ruedo».

Sempere y Guerino, hablando de las leyes suntuarias de España en su Historia del lujo, cita este auto acordado y dice que entonces se permitió traer verdugados, pero con la precisa condición de que no podían exceder de cuatro varas, o sea, dieciséis palmos de ruedo.

En todo tiempo las mujeres han exagerado la moda ora ampliando el volumen de sus faldas ora reduciéndolas a límites insospechados e inverosímiles. Se cuenta que en la época de la minifalda impuesta por Mary Quant se escuchaba el siguiente diálogo:

—¿Ya has comprado aquella minifalda que vimos en el escaparate?

—No, resulta que era un cinturón.

En otro extremo, ya las matronas romanas habían adoptado una amplitud extraordinaria en las pallas que llevaban sobre las stolas cuando iban por las calles de la ciudad. Horacio, en uno de sus versos, da a entender que las mujeres distinguidas del tiempo de Augusto usaban trajes ahuecados como los de tiempos mucho más modernos. Y es curioso hacer notar que el mismo Horacio, al criticar los vestidos ahuecados,



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