Historia de un idiota contada por él mismo by Felix De Azua

Historia de un idiota contada por él mismo by Felix De Azua

autor:Felix De Azua
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Satírica-humor
ISBN: 84-239-7311-5
editor: www.papyrefb2.net
publicado: 1992-12-31T23:00:00+00:00


No voy a explicar ahora mi experiencia de soldado, aun cuando es otro tema eterno que no debe ser nunca menospreciado por mucho que lo hayamos oído y leído cientos de veces. Es, además, otro de los múltiples inventos de la felicidad (la felicidad guerrera) que substituye con ventaja a las funciones de la religión, de la política o del sexo como simulaciones de sentido y significado. Sin embargo, el motivo para apartar de este relato la investigación estrictamente militar de la felicidad, es que se trata de un aspecto secundario y SUBORDINADO al que me va a ocupar inmediatamente. Digamos, por afán de resumir, que la organización castrense y el servicio militar son efectos de la herencia platónica —de costosísimas consecuencias— y de la irresistible sugestión que ejerce y ha ejercido el diálogo conocido con el nombre de República, o también Ciudad Ideal, sobre los políticos y los que emprenden la carrera militar, los cuales, no pudiendo realizar esa excelente soledad en la vida común y corriente, la realizan a escala reducida en un medio administrativo severamente jerarquizado, como en un laboratorio. Esa Ciudad Ideal de hombres jóvenes separados de todo contacto sexual femenino, ordenados en castas puras y sin mediaciones, regidos por la más ideal de las representaciones (La Patria; o también, La Madre), ocupa un tiempo vacío con una tarea inexistente, sin la menor finalidad práctica, y a un precio ruinoso. El servicio militar es una obra de arte que simboliza ingenuamente la impotencia de políticos y militares modernos, incapaces de asumir que ya NO SON ni políticos ni militares, sino gerentes y ecónomos, sin la menor necesidad de tener ideas, pero con la esclavitud de un ideal.

Como ya he dicho, en el momento de incorporarme a filas, Susana y yo habíamos permutado nuestras funciones, siendo ahora la mía una defensa radical de la Teoría, y la de ella una fiebre científica de inspiración materialista que no podía desembocar más que en la militancia sindical. Y así fue; Susana se afilió al Partido del Trabajo y yo me matriculé en Filosofía pocas semanas antes de partir hacia San Clemente, campamento situado en la parte de Gerona.

Dado que ya había comenzado el estudio de algunas obras de cierto interés especulativo —las Meditaciones de Descartes, la Crítica del juicio de Kant, el Tratado teológico-político de Spinoza—, recibí la mili con auténtico alborozo; iba a instalarme fuera de la duración y el espacio cotidianos durante tres meses, en una microsociedad perfecta, sin responsabilidades y sometido a actividades pueriles que sólo requerían esfuerzo físico.

El clima de San Clemente, en enero, es suficientemente crudo como para congelar cada año a media docena de reclutas; pero el frío me exaltaba el ánimo. Aquellas horas de la madrugada —las cinco, la seis— con una aurora prácticamente boreal, el cielo poco a poco cebreado de cirros color cinabrio y un silencio ártico entre los cientos de soldados alineados como formulaciones matemáticas, esperando dos, tres horas, la llegada del capitán sin mover un músculo, agarrando el Cetme como si fuera un carámbano, son de las horas más ACTIVAS que he pasado en mi vida.



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