Historia de Roma. Libro IV by Theodor Mommsen

Historia de Roma. Libro IV by Theodor Mommsen

autor:Theodor Mommsen [Mommsen, Theodor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1855-12-31T16:00:00+00:00


TENDENCIA DE LAS LEYES SULPICIAS

De cualquier modo, las mociones sulpicias no desmentían en absoluto por su índole sus antecedentes personales, o la situación que había ocupado hasta entonces en medio de los partidos. Establecer la igualdad entre los ciudadanos nuevos y los antiguos era sencillamente tomar en parte una de las proposiciones de Druso en favor de los itálicos, e, igual que él, no hacer otra cosa que obedecer las prescripciones de una sabia política. El llamamiento de los personajes condenados por los veredictos del jurado de Vario atacaba realmente la inviolabilidad que el mismo Sulpicio había defendido poco antes, pero era en beneficio de su partido y de los conservadores moderados. Se concibe fácilmente, desde este momento, ese cambio de conducta del fogoso agitador. Al entrar la víspera en la escena política había combatido vivamente la medida; después, exasperado por la resistencia de sus adversarios a todos sus proyectos, se convirtió en su sostenedor. En cuanto a la medida de exclusión contra los senadores que habían contraído grandes deudas, tenía su razón de ser en la situación profundamente quebrantada de las fortunas en el seno de las principales familias, situación revelada durante la crisis financiera, a pesar de las apariencias y del brillo exterior. Por doloroso que el sacrificio fuese, era en interés bien entendido de la aristocracia ver salir de la curia (pues tal hubiera sido el resultado de la Ley Sulpicia) a todos los senadores que no pudiesen pagar inmediatamente sus deudas. En efecto, había un gran número de ellos que, agobiados por los compromisos económicos, marchaban como encadenados detrás de sus colegas más ricos y eran esclavos de las pandillas que era necesario destruir expulsando a una multitud notoriamente venal. Reconocemos, sin embargo, que al querer limpiar de este modo el establo de Ogias, Rufo sacaba al público los vergonzosos vicios del Senado: la medida era brutal y odiosa, y no la hubiera propuesto sin sus luchas con los jefes de la facción. Por último, si con su moción a favor de los emancipados intentaba ser pronto el jefe de las masas, esta moción tenía también sus justas causas y por otra parte podía conciliarse con las instituciones aristocráticas. Después de haber llamado a los emancipados al servicio militar, ¿no tenían estos algún fundamento para reclamar el voto político? Siempre habían caminado a la par el voto y el servicio en el ejército. Y además, en el estado al que habían llegado los comicios, anulados por completo políticamente, ¿qué inconveniente había en que viniera a perderse un albañal más en aquella inmensa cloaca? Si admitían indistintamente a todos los emancipados en el derecho de ciudad, lejos de aumentarse las dificultades del gobierno para la oligarquía, se aminoraban. Los emancipados eran en su mayor parte dependientes de las grandes familias por su fortuna y sus bienes. Oportunamente utilizados, ofrecían al poder una poderosa palanca de la que podían echar mano en las elecciones. La medida, como todo favor político concedido al proletariado, era indudablemente contraria incluso a las tendencias de la aristocracia reformista.



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