Historia de mi vida by Anton Chejov

Historia de mi vida by Anton Chejov

autor:Anton Chejov [Chejov, Anton]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Narrativa dramática
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


—X —

A los dos días, María Victorovna me envió a Dubechnia. La dicha me embriagaba.

Camino de la estación, y luego en el tren, me reía a lo mejor sin motivo alguno visible, y la gente me miraba asombrada, creyendo, sin duda, que estaba un poco bebido.

La nieve seguía cayendo, aunque había empezado la primavera; pero no tardaba en derretirse, en convertirse en barro, de manera que los caminos no estaban blancos, sino negros.

Aunque había pensado arreglar la casita para mí y para Macha en el pequeño pabellón, frontero al ocupado por la señora Cheprakov, tuve que renunciar a tal proyecto; pues el pabellón estaba habitado hacía mucho tiempo por las palomas y los ánades, y para dejarlo en buen estado había que destruir gran número de nidos.

Teníamos, pues, que arreglar nuestra habitación en la casa central. Los campesinos la llamaban «castillo»; pero era un castillo nada bonito. Había en él más de veinte estancias casi vacías por completo y de un aspecto triste, sombrío. El mobiliario se reducía a un piano y un silloncito de niño, arrumbado en el granero. Aunque Macha hubiera transportado de la ciudad todo su mobiliario, la casa habría seguido Siendo triste y pareciendo vacía.

Escogí tres habitacioncitas cuyas ventanas daban al jardín y empecé a trabajar. Me pasaba el día limpiándolas, tapando los agujeros del suelo, empapelando las paredes, sustituyendo con otras nuevas las losas rotas. Era un trabajo fácil y agradabilísimo para mí.

Con mucha frecuencia iba al río, a ver si el hielo de que estaba cubierto todo el invierno se derretía. Esperaba con impaciencia la vuelta de los pájaros que invernaban en los países cálidos. Por la noche, en la cama, soñaba, lleno de alegría, desbordante de felicidad, con Macha. Ni el viento que sacudía los postigos ni las ratas que hacían ruido en el pavimento me molestaban: tan dichoso era.

La nieve aún era muy profunda. Había caído mucha en marzo; pero pronto había empezado a fundirse, como por encanto. El río se llenaba de agua, que, en multitud de arroyos canoros, corría a su cauce.

A principios de abril aparecieron los primeros pájaros, y empezó a alegrar el jardín el batir de sus alas. El tiempo era magnífico.

Todos los días, al anochecer, me encaminaba a la ciudad, al encuentro de Macha. Iba descalzo, y era delicioso andar así por la tierra blanda, no seca aún del todo. A medio camino me sentaba y contemplaba la ciudad, sin osar acercarme a ella. Su vista me turbaba. Yo me decía: «Qué comentarios hará la gente que me conoce acerca de mis amores con Macha? ¿Qué dirá mi padre?» Mi vida, de pronto, se había tornado harto más complicada. Yo no la dominaba ya: era ella la que me dominaba a mí. Yo era a modo de un globo impelido por el viento no se sabe adónde. No pensaba ya en la manera de ganarme el pan; no pensaba ya en nada preciso, como si me hallase en un dulce letargo.

Casi siempre Macha venía en coche. Me sentaba a su lado y nos dirigíamos juntos a Dubechnia, libres, alegres.



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