Historia de dos hermanos by Eduardo Caballero Calderón

autor:Eduardo Caballero Calderón [Caballero Calderón, Eduardo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1976-12-31T16:00:00+00:00

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Por cierto que un domingo en el patio, cuando el recreo en común es más largo que entre semana, se hablaba de estas cosas en un corro de presos que rodeaban al Niño. Los chistes, las anécdotas, las confidencias, las alusiones, los chismes de carácter sexual son la frecuente comidilla de la cárcel. Sobre todo dentro del personal joven y recién llegado. Todos presumen de hazañas a veces repugnantes, como la de quienes tuvieron su primera experiencia sexual con una hermana, o con su propia madre, o con una perra o una burra, cuando iban a la escuela rural y vivían como animales y entre animales. La mayoría del personal de reclusos provenía de los estratos más bajos de la sociedad, donde el hambre y la corrupción moral suelen darse la mano. Allí lo monstruoso e inverosímil es lo natural y corriente, sin que escandalice ni avergüence a nadie. Al oírlos hablar, y raparse la palabra, y competir en la exposición de las peores atrocidades, yo pensaba en mi modesta experiencia con la prostituta del puerto. De haberla recordado en público cuando el Niño se dirigió a mí para decirme… ¡Y tú que, viejo!, ¿tú no vas a contarnos nada?… De haberla recordado, digo, todos habrían estallado en carcajadas.

Sin embargo, la primera experiencia del Niño no fue mucho más brillante que la mía. Después de relatar, por la centésima vez los mismos chistes vulgares que desataban en la concurrencia la misma explosión de hilaridad que cuando los escuchó primero, el Niño regresaba a su propia historia. Aquello era inevitable y les pasaba a todos. Las conversaciones sobre cualquier tema y con cualquier propósito, no eran sino el prologo de confidencias estrictamente personales. También es cierto que no sólo para los desdichados habitantes de una cárcel, sino para cualquier ser humano, lo propio es más importante que lo ajeno, y lo que se refiere a uno mismo pasa primero que lo que es ocurrencia de los otros. ¿No lo estoy demostrando yo al ponerme a recordar mi vida que tal vez, para un extraño, resultaría menos intrigante que lo que hubieran podido comunicar de la suya mi hermano y Margarita? Cuando relea en este cuaderno algunas de sus páginas, tendré que preguntarme: Y a todas éstas, ¿Qué pensarían de mi Margarita y mi hermano?

Tal vez les ocurriría lo mismo que al desgraciado don Manuel, cuya tragedia personal no produjo en sus hijos los efectos devastadores que él tanto temía. Posiblemente para Margarita y mi hermano yo era un ser anodino que me complacía en complicar los asuntos más triviales. Por no ser abierto y extrovertido como ellos, lo que callaba a los demás se me pudría por dentro y fermentaba en pesadillas e imaginaciones.

Pues la primera experiencia, explicaba el Niño en medio de las risas y las interrupciones soeces de los concurrentes, la primera experiencia no la tuve por delante sino por detrás. Él que llamaban el Marido prorrumpió en una carcajada estridente e intempestiva. Resulta que cuando apenas

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