Héroes por casualidad by Laura Gallego García

Héroes por casualidad by Laura Gallego García

autor:Laura Gallego García
La lengua: spa
Format: mobi, epub
Tags: Infantil, Novela
editor: ePubyMas
publicado: 2016-01-01T08:00:00+00:00


Capítulo 9

No airees viejos secretos a la luz del sol

—¡ATRÁS! —exclamó el Caballero Negro, enarbolando a Mondadientes.

Los fantasmas no parecieron muy impresionados.

—No queremos haceros daño —dijeron—. Sabemos dónde están vuestros amigos.

—¿Nuestros amigos?

—El elfo, el enano, el caballero y el grandullón —enumeró la dama espectral—. El conde los tiene prisioneros en el castillo.

—¡Lo sabía, tenían que estar por aquí! —exclamó Ratón—. ¿Nos ayudaréis a rescatarlos?

—Sí, pero con una condición —dijo el fantasma bajito—: queremos que nos libréis del conde.

—¿No os cae bien?

—Este es nuestro castillo —explicó el anciano—. Llevamos mil años viviendo aquí, pero hace tres siglos llegó el conde Ramiro de visita y aún no se ha ido. Y lo peor es que nos incordia y nos mangonea como si fuésemos sus criados.

—Hemos intentado asustarlo de muchas maneras, pero no nos tiene miedo —añadió la dama.

—¿Y no podéis hacer nada más?

—No, solo somos fantasmas.

—Comprendo —asintió el Caballero Negro—. Bien, os ayudaremos a echar al conde, si es lo que queréis. Pero si vosotros nos ayudáis a liberar a los otros aventureros, será más fácil.

—Trato hecho —dijeron los fantasmas, y flotaron lánguidamente pasillo abajo.

Los guiaron por la escalera de caracol hacia las mazmorras, que estaban en el sótano.

El Caballero Negro se asomó a todas las celdas, pero estaban vacías.

—¿Dónde están nuestros amigos? —preguntó.

—No hemos llegado todavía —respondieron los fantasmas.

Al final del corredor había una puerta sólidamente cerrada. Los fantasmas la atravesaron sin problemas, pero los vivos no podían pasar.

—¡Esperad, esperad! —los llamó el Caballero Negro—. ¡Que está la puerta cerrada!

La cabeza ectoplásmica del fantasma anciano brotó de la puerta cual otoñal champiñón.

—Vuestros amigos están encerrados aquí dentro —les explicó—. Nosotros podemos atravesar las puertas, pero no abrirlas. Solo somos…

… fantasmas, ya lo sé —suspiró el caballero—. Bueno, quizá Ratón pueda abrirla con su magia.

—Tengo un conjuro de bola de fuego que podría echarla abajo —dijo Ratón— pero a lo mejor acabamos todos chamuscados.

—Y entonces, ¿cómo vamos a entrar?

—No os preocupéis —dijo Lila—, yo tengo las llaves —y sacó un pesado manojo de llaves del bolsillo. Todos la contemplaron admirados.

—¿De dónde has sacado eso, Lila? —preguntó Ratón intrigado.

—Se las he quitado al conde cuando no miraba —respondió ella como si tal cosa.

—¿Y por qué no lo habías dicho antes?

—Nadie me ha preguntado —se defendió.

Aún tardaron un buen rato en encontrar la llave correcta. Cuando lo consiguieron, la puerta se abrió con un siniestro chirrido. La espada soltó un pequeño gritito, pero el Caballero Negro y sus compañeros no se asustaron. No les parecía raro que las puertas de un castillo encantado hicieran esa clase de ruidos.

—Vamos venid —los llamaron los fantasmas desde dentro—. Vuestros amigos están aquí.

Los aventureros entraron en la habitación, que resultó ser una especie de trastero repleto de cajas enormes.



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